¡Viva Cristo Rey!
Los mártires del 36 son tantos que, es difícil contarlos, si se les hubiera querido arrebatar la vida a todos a la vez por ejemplo en la plaza de Sant Jaume de Barcelona habría que haberlos asesinado en varias etapas
La semana pasada, en la Iglesia, celebrábamos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El grito con el que tantos mártires murieron en la Cruzada del 36.
Sin ir más lejos, en la Vigilia de Cristo Rey de este año, beatificaron a dos mártires carlistas en Barcelona, uno de ellos amigo de la familia que, como tantos otros requetés, murieron por Dios y por España, con un corazón inflamado de amor y perdonando a sus verdugos.
Los mártires del 36 son tantos que, es difícil contarlos, si se les hubiera querido arrebatar la vida a todos a la vez por ejemplo en la plaza de Sant Jaume de Barcelona habría que haberlos asesinado en varias etapas.
Lo lógico sería que, los responsables y sus descendientes políticos y familiares, sintieran todavía una inmensa vergüenza, vergüenza que los obligara a vivir muy discretamente en la esfera pública, pero lejos de eso, no sólo no niegan su muerte sino que incluso la celebran.
Pretenden además acabar con todos los monumentos que recuerdan a los caídos, no sólo a quienes sufrieron la persecución, sino también a quienes los persiguieron y asesinaron. Por ellos también reza la Iglesia. Ahora quieren acabar con el monumento a los muertos de Navarra, donde también tengo el honor de tener a familiares dando el callo para defenderlo.
Y es una pena que, casi noventa años después, una parte de la propia Iglesia abandone esos lugares y parezca haber olvidado el significado de ese grito, el sentido de la celebración de Jesucristo, Rey del Universo.
Tan grande es el desconocimiento que uno siente lástima cuando escucha las homilías que se predican ese día. ¿Qué deben pensar los mártires del 36? Parece como si Cristo sólo fuese Rey de nuestros corazones (que está muy bien) pero, fuera de eso, le fuera arrebatada toda soberanía.
Pero nada más lejos de la realidad, celebramos a Cristo Rey del Universo. Rey de nuestros corazones, pero no sólo eso. Rey de todas las realidades naturales y sobrenaturales. Rey de nuestra familia, de nuestra comunidad de vecinos, del colegio, del vecindario, de la ciudad, de las naciones, de las empresas y del campo, de todo el orbe creado.
Cristo debe gobernar sobre todo el universo, eso es lo que celebramos. Y eso implica que no hay lugar para los compartimentos estancos. No se trata de permitir que gobierne nuestro corazón y retirarlo de nuestra cuenta bancaria, de nuestra agenda semanal, de nuestras decisiones empresariales, de la toma de decisiones políticas o del ocio. Son precisamente quienes defendían eso quienes hicieron mártires a tantos católicos.
Toda soberanía reside en Él y, por defender eso, murieron tantos católicos hace tan poco tiempo. Desvalorizar el sentido de Cristo Rey, reducirlo a una cuestión meramente sentimental, concederle sólo la soberanía sobre nuestro corazón, no sólo es pretender arrebatarle los derechos que le son propios, sino también pisotear el Magisterio (el próximo año celebramos el centenario de la Quas primas), la Tradición y la memoria de tantos mártires.
¡Ojalá volvamos a vivir y a enseñar la realeza de Cristo como la Iglesia siempre la ha entendido! No sólo por una cuestión de deber, sino porque, como enseña Scott Hahn en 'Es justo y necesario', el mundo irá mejor. ¡Viva Cristo Rey!