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HorizonteRamón Pérez-Maura

Si hubiera ardido la Catedral de Compostela

Supongamos que aquel 15 de abril de 2019 el fuego no hubiera prendido en Notre Dame de París, sino en la catedral de Santiago de Compostela, con un resultado similar al que se vio en la capital francesa. ¿Cree alguien que Pedro Sánchez se hubiera volcado en la reconstrucción de ese referente universal de la Iglesia Católica?

Hay instantes que marcan nuestra vida porque nos impactan. Todos recordamos dónde estábamos cuando supimos del 11-S o del 11-M. Este puente que he pasado en Marruecos surgió en una conversación la muerte de Diana de Gales y todos recordábamos dónde estábamos y cómo nos enteramos del accidente. En ese caso, por cierto, el mayor ridículo de mi vida profesional. En la madrugada de aquel domingo 31 de agosto, yo estaba trabajando en mi casa sobre el original de un libro que debía entregar a mi editor el lunes. Pasada la 1,30 me disponía a acostarme y mientras me cambiaba y hacía mis abluciones escuché el boletín de la 1,45 en Radio5 en el que informaron de que Diana de Gales había sufrido un accidente de tráfico mientras le perseguían los paparazis y que había muertos. Con gran perspicacia periodística asumí que los muertos eran los periodistas y me fui a dormir. A las 7,45 de la mañana me llamaba Álvaro Vargas Llosa, corresponsal de ABC en Londres, y me aclaraba lo que había sucedido. Como para olvidarme.

El lunes 15 de abril de 2019 yo estaba sentado en mi habitación del Hotel Costa Calero en Lanzarote cuando aparecieron en la televisión las primeras imágenes del fuego en los tejados de la Catedral de Notre Dame. Como tantas otras personas me quedé pegado a la televisión contemplando el dantesco espectáculo provocado por la fuerza arrasadora que tiene el fuego.

Han pasado cinco años y ocho meses desde aquella catástrofe y ayer se celebró la que podríamos llamar inauguración laica, con la apertura de las puertas del templo y numerosas personalidades internacionales, mientras que hoy domingo es la inauguración sagrada con una Misa a las 10,30 de la mañana. Lo primero que hay que decir es que, en medio de una decadencia nacional cada vez más acelerada hay que rendirse a la evidencia de que el trabajo de reconstrucción realizado en este breve periodo de tiempo y con una inversión de 700 millones de euros es espectacular. La belleza que denota la restauración del templo es todavía mayor que la de la decadente Notre Dame de 2019. La iluminación hace del templo un lugar de culto deslumbrante. La laica Francia se ha volcado en recuperar y mejorar la grandeza de una catedral católica que es un referente universal. Bajo un presidente que se declara agnóstico y que apenas llevaba dos años en el cargo cuando se produjo la tragedia, Francia se ha volcado en reconstruir un símbolo universal del catolicismo. A nadie se le ha ocurrido decir que Notre Dame es un edificio que margina a los musulmanes o insulta a los ateos. No. Notre Dame encarna la mejor hora de Francia. La encarnó en el pasado y la vuelve a encarnar hoy. Y en la ceremonia de ayer, Emmanuel Macron tuvo un evidente protagonismo por dos razones. La reconstrucción de la catedral ha sido una operación de Estado y eso legitima el protagonismo del presidente de la República. Y, segunda razón, el único que podía haber opacado su protagonismo, el Papa Francisco, prefirió dejar su visita para mejor ocasión.

Una última reflexión sobre una hipótesis. Supongamos que aquel 15 de abril de 2019 el fuego no hubiera prendido en Notre Dame de París, sino en la Catedral de Santiago de Compostela, con un resultado similar al que se vio en la capital francesa. ¿Cree alguien que Pedro Sánchez se hubiera volcado en la reconstrucción de ese referente universal de la Iglesia Católica? ¿Ese templo al que peregrinan todos los años miles de personas de todo el mundo contaría con el apoyo prioritario del Gobierno de Pedro Sánchez? Creo que en el mejor de los casos habríamos presenciado una disputa sobre quién tenía que hacerse cargo de la reconstrucción y en el peor algunos hubieran impuesto el criterio de dejar las ruinas intactas como símbolo de la decadencia de la Iglesia. Y muchos hubieran aplaudido esa iniciativa.