A Miguel Hernández lo mató el cambio climático
Los iletrados de Sumar nos dan lecciones de «Memoria Histórica» pero no saben de qué murieron ni Unamuno ni el poeta
Circula por internet un vídeo relativamente antiguo de Joaquín Sabina conversando con Arturo Pérez-Reverte. Y digo relativamente antiguo para que no se ofenda nadie del progresío dominante, por si los consideran ya inquilinos del otro lado del muro, una vez excomulgados del credo progresista. El caso es que en esa conversación, publicada por El Mundo en 2016, Joaquín Sabina decía lo siguiente: «Veo lo que dicen los jóvenes, los que entran a Gran Hermano… Yo desprecio con toda mi alma la autoestima, que está haciendo un daño… Eso de yo no he leído un libro en mi vida, pero yo soy así, y voy a entrar a este concurso y me ha dicho todo el mundo ‘lo que tienes es que ser tú’. ¡No hombre no! Lo que tienes es que no ser tú y aprender algo. La autoestima está haciendo un daño feroz».
Este ejemplo, aun siendo un caso extremo de apología de la incultura, es perfectamente aplicable a muchos de los integrantes de Sumar, donde parece que la ignorancia puntúa. Hace unos días, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ponía por escrito que Miguel Hernández fue asesinado, cuando murió de tuberculosis en la prisión de Alicante. ¿Que estaba preso por la dictadura? De acuerdo, pero de ahí al asesinato... Este mismo verano, otro integrante de Sumar, Gerardo Pisarello, que es secretario primero del Congreso y presidente de la comisión de Cultura, nada menos, dijo lo propio de Miguel de Unamuno: que murió asesinado durante la guerra.
Cuando era niño, en el colegio solíamos decir que más vale estar callado y parecer idiota que abrir la boca y demostrarlo. No todos se aplicaban el cuento, naturalmente, y abundaban los que tenían una respuesta contestataria para casi todo. El problema es que esa gente que en clase imponía sus decibelios a la razón ha llegado al Gobierno (por la necesidad de Sánchez, no porque tengan un apoyo descomunal), y lo estamos sufriendo. Los que rompían el silencio con el atrevimiento de su ignorancia son hoy ministros y secretarios de Estado, a razón de más de 100.000 euros al año, una cantidad que ningún otro empleador (quizá alguna dictadura caribeña) estaría dispuesto a pagarles.
Al ritmo de tergiversación que llevamos acabarán diciendo que a Miguel Hernández lo mató el cambio climático con tal de enmarcarlo dentro de sus estándares ideológicos (y de que la realidad no les estropee una buena perorata). Si estos son los que van a velar por nuestra «Memoria Democrática» estamos perdidos. Ya verán cuando descubran que a Miguel Hernández le gustaban los toros (como a Sabina).