Fundado en 1910
El puntalAntonio Jiménez

Entre golfos anda el juego

A mitad del partido gana en credibilidad Aldama quien se ha inculpado con sus declaraciones, que Ábalos negándolo todo después de que Sánchez y Cerdán le hayan prometido posiblemente algún tipo de inmunidad a cambio de no involucrarles en el muladar

Tiene Ábalos esa impronta de persona desahogada y desvergonzada fácil de detectar sólo mirándole a la cara. Su media sonrisa denota siempre una aparente tranquilidad, incompatible con el chorreón mediático y judicial que está cayéndole encima desde hace meses. Es posible que lleve la procesión por dentro pero de puertas afuera estamos ante un tipo tranquilo, con jeta a prueba de hormigón, que no se inmuta ni pierde los nervios delante de los micrófonos y que entra en el Supremo como quien va a recibir una herencia y sale con el cuajo y la pachorra de quien después de tres horas declarando que no sabe nada de lo que se le imputa, afirma que no se ha dejado nada en el tintero.

Es verosímil que Ábalos llegara al alto tribunal con las cartas marcadas. Esas sí, Sánchez, cartas con las muescas impresas de un acuerdo previo con tu ex-número dos, hombre de máxima confianza en el partido y en el Gobierno, para no pisaros la manguera entre bomberos y no haceros daño como en el chiste del dentista. Y es inverosímil que Ábalos no supiera nada de lo que hacían a su antojo en las entrañas del Gobierno y del Estado un exportero de puticlubs promocionado a la asesoría de un ministro y un avispado conseguidor y comisionista. Es sabido que un imputado tiene la ventaja de poder mentir para no perjudicarse y Ábalos tenía muchos motivos para no decir la verdad ante el juez y evitar que algo de lo que hubiera dicho, le comprometiera aún más en los graves delitos por los que se le investiga: organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación de caudales públicos. Razón de más para no responder a ninguna de las 300 preguntas que las acusaciones particulares representadas por el abogado del PP quisieron formularle. El tintero no estaba seco, ni mucho menos.

El pacto de no agresión de Ábalos con Sánchez se extiende también a su exasesor Koldo García que no ha debido importarle que le culpara y señalara acerca de todas las actividades presuntamente delictivas de la trama, dada su reacción: «si ha dicho eso, seguramente tendrá razón». Koldo está decidido a comerse el marronazo y a inmolarse por «su puto amo, un español como la copa de un pino». Declaración más propia del zafio Torrente de Santiago Segura que de un asesor ministerial con acreditadas influencias para mover los hilos en todo un gobierno y en algunas comunidades. ¿Y de eso no sabía nada su jefe Ábalos?

El Supremo tiene tarea por delante en el convencimiento de que importan menos los testimonios de parte, como el de Ábalos exculpándose de todo, que las pruebas aportadas por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, UCO, y las que próximamente entregue Aldama tras advertir que su intención es desmontar todas las mentiras del exministro.

A mitad del partido gana en credibilidad Aldama quien se ha inculpado con sus declaraciones, que Ábalos negándolo todo después de que Sánchez y Cerdán le hayan prometido posiblemente algún tipo de inmunidad a cambio de no involucrarles en el muladar.

La grave acusación del felón de la Moncloa señalando a los jueces y al PP de trabajar coordinados contra su persona, su familia y su partido, además de propia de un autócrata o golpista bananero, persigue precisamente preparar el terreno ante un frente judicial adverso que antes o después podría sentarle a él también en el Supremo. Sánchez sigue la misma estrategia populista de la Kirchner en Argentina, juzgada y condenada por corrupta, consistente en hacerse la víctima de una injusta persecución judicial motivada por intereses políticos para echarlo del poder. El, precisamente, que llegó a la Moncloa mediante una moción de censura contra Rajoy sustentada en la «morcilla» que un magistrado descaradamente izquierdista introdujo en una de las sentencias de la Gurtel y que posteriormente refutó el Supremo. Esa sí fue otra carta marcada por la estrategia de un político sin escrúpulos y la oportuna colaboración, voluntaria o no, de un juez con inclinaciones políticas.

Es evidente que Sánchez prepara el terreno ante lo que se le viene encima y ya no es descartable, después de esta nueva ofensiva contra el Poder Judicial, que si en algún momento la Justicia requiriera de un suplicatorio para proceder contra él, no sería concedido por la mayoría Frankenstein o «Franco-stein» del Congreso que le ampara y protege. Igual que Sánchez , como certeramente ha dicho Ayuso, no es nada ni nadie sin Franco , tampoco los podemitas, independentistas y bilduetarras serían nada en el Parlamento nacional sin Sánchez en la Moncloa. Es su especie a proteger a costa de la democracia y del interés general de los españoles. Entre golfos anda el juego.