Fundado en 1910
Enrique García-Máiquez

La gratitud y el cálculo

El PP adopta así una postura poco gallarda. Con quienes le han apoyado para llegar a gobiernos siempre que ha hecho falta, despliega un sistemático desdén

Con frecuencia me afean que no critico a Vox. En realidad, quieren decirme que no lo critico desde sus posiciones, que no son las mías. Desde mi recio conservadurismo beligerante, sí que advierto de lo que no me gusta, aunque suele ser mucho menos, como es obvio, que lo que no gusta mis amigos progresistas. No he dejado de lamentar, desde las negociaciones tras las elecciones andaluzas de 2018, el error de principiantes de regalarle el gobierno de Andalucía prácticamente gratis a Juanma Moreno. Se pasó una legislatura ninguneando las peticiones del grupo parlamentario de Vox y riéndose con sus socios de Cs, sin que nadie lo llamase al orden. No se me va de la cabeza que el relativo pinchazo de Vox en las siguientes elecciones no se debió exclusivamente al fracaso de la operación Olona. La mayoría absoluta de Juanma Moreno se produjo gracias a cuatro años previos en los que pudo hacer con total desahogo lo que él sabe: agradar, sin acometer las reformas hondas que Andalucía necesita.

Eso ya es agua pasada. Ahora que la mayoría absoluta de Juanma Moreno le permite gustarse, todo lo que hace y dice le sale de su corazón, «asín de ancho». ¿Y qué le sale? Pues guiños nada menos que a Puigdemont. Ha dicho: «Junts es una fuerza política democrática que defiende, bajo mi punto de vista, un objetivo, una quimera y un disparate, como es un proceso de separación de España, con el que no estoy en absoluto de acuerdo, pero es democrático y, por tanto, como es democrático y hay ciudadanos que los votan, hay que tener relaciones institucionales con ellos».

Estas declaraciones tienen dos comentarios políticos y una reflexión moral. El primero sería explicar el disparate de decir que cualquier opción política que tenga ciudadanos que la voten es, por eso, respetable y se pueden tener con ella relaciones institucionales. Así está legitimando los tratos del PSOE con Bildu, para empezar. El otro comentario se concentraría en hablar de tácticas. Juanma está empujando con su hoja de Excel: «Si Junts sostiene al PSOE y empieza a dudar, ofrezcámosle un precio mejor y que nos sostenga a nosotros. Si pagamos lo suficiente, quizá se acuerden de golpe de que ellos no son de izquierdas, y giren hacia Feijóo». Eso significaría que la llave de la nación la tendrían otra vez los mismos, que son, además, los que odian a la nación, pero en el PP lo asumirían sin problema. Juanma suma un cálculo oculto: Junts pediría más autogobierno que, por la aplicación de la inexorable ley del café para todos, terminaría concediendo más «soberanía regional» a la Junta de Andalucía.

Sin embargo, no olvidemos la cuestión moral. Juanma Moreno Bonilla, que aquí coincide con Alberto Núñez Feijóo, no considera tan democrático a Vox (muchísimo más votado que Junts). Prefieren esquivar o socavar las relaciones institucionales con Abascal. Salta a la vista. Las hemerotecas están repletas de declaraciones explícitas.

El PP adopta así una postura poco gallarda. Con quienes le han apoyado para llegar a gobiernos siempre que ha hecho falta, despliega un sistemático desdén. Con quien ha sostenido a Sánchez y les ha demonizado y ridiculizado siempre que pudo, ofrece manos tendidas, guiños mediáticos y delicadeza extrema. En principio, por cálculo, y con una doble contabilidad, porque el cálculo se explica mucho mejor si lo hacen para evitar tener que pactar con Vox.

Esta cosa es más fea aun que los movimientos estratégicos y las sumas y restas. En las declaraciones de Juanma Moreno se ve muy clara su incapacidad para el agradecimiento a Vox, que le puso donde está, y su servil reverencia a Junts, que puso en donde está a Sánchez.