La corrupción tiene nombre de mujer
El caso es que la esposísima se la llevó a Palacio para que siguiera haciendo aquello que bordó en la empresa privada: captar fondos. Solo que desde entonces el sueldo no se lo pagaba la consultora Inmark, ni Begoña, sino usted y yo
Hoy le toca declarar a ella. Ante el juez Peinado, y en calidad de testigo —con obligación de decir verdad— María Cristina Álvarez Rodríguez, directora de Programas de la Secretaría General de Presidencia del Gobierno —de facto, la asesora personal de Begoña Gómez— testificará en los juzgados de Plaza de Castilla. Cuarenta y ocho horas después de su jefa, defenderá que lo normal es cobrar un sueldo público y emplear tu tiempo y los recursos del Estado en engordar la faldriquera de un tercero, en este caso, la mujer del presidente. Es decir, sostendrá que la degradación moral del sanchismo forma parte de la normalidad de una autocracia, donde no hay límites entre lo privado y lo público. Ni falta que hace. Afortunadamente, la Justicia no opina lo mismo. E investiga si esta señora realizó actividades que puedan ser constitutivas de un delito de malversación de fondos.
Ella siempre confundió sus funciones. Recordemos que estaba con su jefa, Begoña Gómez, en la tribuna de invitados del Congreso el 15 de noviembre del año pasado, día de la última investidura de Pedro Sánchez. Como amigas personales. Y muy queridas, porque lo primero que hizo el marido de Begoña es elevar el rango de las secretarias de las cónyuges presidenciales y duplicar el sueldo a Cristina. El presupuesto público une mucho, pero ellas ya eran colegas desde hace quince años, cuando trabajaron juntas en la consultora Inmark. Begoña, que acababa de dejar las empresas familiares, fue jefa de Cristina. Uña y carne. Y en el verano de 2018, tras la moción de censura contra Rajoy, Begoña se mudó, dejó el trabajo y Cristina fue contratada como cargo de confianza en la Moncloa. En tiempos de Inmark, Álvarez también conoció al marido de su jefa, dado que Sánchez, número 11 por Madrid en las elecciones de 2011, no obtuvo escaño (su partido sacó 10) y tuvo que buscarse las lentejas. Su mujer le propuso para un contrato en la Comisión Europea. El actual presidente solo trabajó un año en esa compañía; y es que, en 2013, Cristina Narbona dejó su escaño, corrió la lista, y Pedro entró de nuevo en el Congreso. Un hombre con suerte. Nunca se la reportan las urnas, sino las coyunturas políticas.
El caso es que la esposísima se la llevó a Palacio para que siguiera haciendo aquello que bordó en la empresa privada: captar fondos. Solo que desde entonces el sueldo no se lo pagaba la consultora Inmark, ni Begoña, sino usted y yo. De hecho, según el organigrama de Presidencia, Álvarez empezó a depender directamente de Félix Bolaños y por encima de ella solo estaba el jefe de Gabinete, hoy Diego Rubio, hasta hace unas semanas, Óscar López. Desde ese lejano verano de 2018, la asistente y alto cargo de Moncloa no ha hecho otra cosa que servir a los intereses mercantiles de su amiga. Por eso, el juez Peinado quiere escuchar de su voz cómo justifica esos correos electrónicos aportados a la causa que demuestran que se implicaba directamente en las actividades privadas de la «catedrática» Gómez. En esos mensajes, y pese a recibir un salario público, la asesora solicitaba dinero a un patrocinador de la cátedra, organizaba actos públicos relacionados con esa actividad y trabajaba con el registro del polémico software de la Complutense que nadie encuentra y por el que la mujer del presidente también está imputada.
Hay un correo especialmente elocuente y que apunta a un presunto tráfico de influencias. Álvarez hizo gestiones tanto con empresas que colaboraban con Begoña Gómez como con el entonces vicerrector de Relaciones Institucionales de la Complutense y encargado de hacer seguimiento del máster, Juan Carlos Doadrio. Cómo olvidar el dirigido al patrocinador de Begoña, Reale, que rezaba así: «Me dice Begoña que te traslade que le encantaría que sigáis como patronos de la cátedra, aunque sea con una cantidad inferior. Dispuestos a colaborar con vosotros en lo que necesitéis». Blanco y en botella, que diría Bolaños…
Ya sabemos que desde Moncloa solo interesa disparar contra Ábalos, Aldama y Koldo. Pero las múltiples tramas tienen más nombres. Algunos de mujer: Reyes, Francina, María Jesús, Teresa, Begoña y Cristina, que hoy entra en plaza de Castilla como testigo. Veremos si sale igual.