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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Bulocracia

Sánchez no han dejado de bailar sobre una misma baldosa: los bulos. Todo lo que no le gusta a Su Sanchidad es bulo

Está Félix Bolaños que se sale. El laboratorio de hallazgos de Moncloa inventó aquello de «blanco y en botella» para ligar las decisiones judiciales a un hipotético afán persecutorio contra su partido y se quedó tan ancho; desde entonces los 795 asesores de Pedro Sánchez no han dejado de bailar sobre una misma baldosa: los bulos. Todo lo que no le gusta a Su Sanchidad es bulo. Pero ya se sabe que, si todo es bulo, nada lo es. Y el Gobierno ha decidido que solo él está capacitado para decir trolas, tergiversar, manipular y, si se siente dicharachero, lanzar verdades a medias. Recordemos que Sánchez se doctoró in albis: en, con, mediante, por, a través, sobre… una mentira. Así que lo borda.

Con la nueva ley de bulos, habrá que reclamar a Pedro Sánchez que rectifique todos los embustes con los que llegó al poder y, a fuerza de perseverar, le mantienen en el machito. Bolaños dice que van a imponer el derecho de rectificación a «los buleros profesionales» y se me ocurre que su jefe lo es cum laude. Ahora resulta que el presidente que no iba a gobernar con Podemos, ni pactar con Bildu, que iba a traer de las orejas a Puigdemont, que levantó la bandera anticorrupción, que nunca iba a amnistiar a otros políticos, que no uniría sus fuerzas a la ultraderecha europea, que saca la cara por un fiscal general que borra sus mensajes para que no le pillen en un renuncio, está muy preocupado porque la sociedad recibe noticias inexactas. En puridad, todo lo que proviene de su boca sería materia perseguible con su nueva legislación. Siempre las noticias oficiales han sido lo más parecido a la manipulación; pero nunca como ahora solo son mentiras.

Como está tan preocupado porque solo bebamos en la fuente de la verdad, ha decidido invocar la obligación de rectificación para los influencers o todos aquellos que cuenten con más de 100.000 seguidores en las redes. Así que Su Persona, que tiene casi dos millones, no va a dar abasto a disculpas. Pedro se agarra a los bulos para cerrar la boca a la Prensa, como invoca el lawfare para amarrar a la Justicia. Ya sabemos que los periodistas que informan u opinan sobre aquello que no le gusta a Moncloa son buleros. Como supimos antes que los jueces que investigan a Begoña o al brother Azagra son prevaricadores. Que se lo digan a Juan Carlos Peinado, al que ahora le buscan las vueltas por dirigir un interrogatorio de la manera que no le gusta al jefe del Gobierno. Para qué habrá estudiado este hombre y aprobado una oposición a magistrado si Pedro, que no tiene ni idea de lo que es la Ley, le da sopas con honda.

Esto es muy sencillo. Naturalmente que hay informadores obtusos, torpes o directamente estafadores, que mienten con más facilidad que pestañean. Como jueces torticeros. Pero tomar el rábano por las hojas, magnificando la mala praxis que existe en todas las profesiones, para extender la tinta del calamar y acabar con los contrapoderes no es protegernos de los bulos. Es solo someternos a ellos siempre que quien los dicte sea Sánchez.

Claro que la desinformación existe y es una amenaza clara para las democracias occidentales. No hay más que ver lo que hizo Rusia con una campaña masiva de mensajes falsos durante el proceso independentista catalán o lo que hace todo el equipo de opinión sincronizada cuando el pagador que les mantiene con subvenciones, a pesar de la escasa audiencia de sus medios, toca a rebato y lo mismo da defender que Begoña use medios públicos para sus negocios, que avalar que Álvaro García Ortiz encabece una campaña contra un ciudadano particular para acabar con una rival de Sánchez. Por no hablar del pacto fiscal para beneficiar a Cataluña frente al resto de España.

Evidente queda que estos serviles no son de donde nacen sino de donde pacen y de ahí su abyecta tarea. Estos canteros a las órdenes de Sánchez no están construyendo, que también, el mausoleo donde Su Sanchidad gozará de una eternidad inviolable en el que ningún revienta tumbas le pueda exhumar siguiendo el ejemplo del inquilino. Van cumpliendo las órdenes de su dios, cincelando en la base de tal hierático busto la piedra Rosetta donde quedarán grabados en todos los idiomas conocidos los hechos y milagros del insufrible reyezuelo, que será la línea de partida para que las próximas generaciones sepan descifrar cómo fue el deterioro y destrucción de España.

Muchos periodistas han perdido el pudor y enseñan sin sonrojo la camiseta sudada de defender lo indefendible. Antes se hacía algún esfuerzo por mostrar cierta ecuanimidad. Ahora no. Gran parte del trabajo de esos correveidiles de Sánchez es criticar a los informadores no afectos y acusarles de buleros. Es decir, meterse con sus compañeros de profesión, no de procesión. Son los mismos que tardan medio minuto en publicar una información protegible, pero que puede ayudar a sus benefactores a acabar con una adversaria política.

En resumidas cuentas, los medios hinchas no publican bulos. Solo se equivocan. Los de enfrente, siempre mienten. Esta es la nueva bulocracia.