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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La pereza del pastizal

Los apellidos vascos tienen su origen en la piel de su tierra, y repiten su significado de muchas maneras. Uno de ellos es Belarra, que se traduce al español, y me propongo a traducirlo con pleno respeto y emoción, como Pastizal. Ione Belarra, Juana Pastizal. Queda mejor

Al pastizal se le ha atragantado el discurso del Rey en Nochebuena. Lo ha resumido con una exclamación muy pija: ¡Qué pereza!.

Cuando me refiero al pastizal es justo y necesario que puntualice la singularidad y diferencia de este pastizal respecto a otros pastizales. En las provincias vascas y el tramo vasco-navarro, existen más de trescientos apellidos que se traducen por helecho o helechal. Los apellidos vascos tienen su origen en la piel de su tierra, y repiten su significado de muchas maneras. Uno de ellos es Belarra, que se traduce al español, y me propongo a traducirlo con pleno respeto y emoción, como Pastizal. Ione Belarra, Juana Pastizal. Queda mejor. Sucede que Juana Pastizal, la simpática y clarividente política podemita, la de la pereza, «¡Jo, qué pereza tía!», que habla con un huevo duro en la boca como Rita Maestre en versión norteña, lleva la pereza anclada en su ánimo desde que nació. Y no por su culpa, sino por la multitud de parientes que ha tenido que soportar a lo largo y lo corto de su imprescindible existencia. No se puede ser un activo de la normalidad quien ha crecido entre miles de parientes apellidados Pastizal. Si surgen en las cenas del solsticio de invierno desaires y peleas por las opiniones de un cuñado o de una prima feminista y ecologista, el equilibrio entre la gran familia Pastizal es objetivo imposible de cumplir. Porque si Belarra significa pastizal, también son pastizal los Behigo, los Behobi, los Behovia, los Beina, Beinza, Beinzola, Belar, Bedaz, Beloaga, Belacheta, Beñaga, Belagorri, Belama, Belandi, Belaocha, Belaochaga, Belardi, Belarmendi –monte de pastos, es decir, de pastizales-, Belarza, Belarzu, B, Belarri, Belarrinaga, Belarro, Belascain, Belascoain, Belaschiqui -Pastizal pequeño-, Belate, Belaunde, Belaungain, Belcunde, Beldarzain, y no sigo porque se me funde la pantalla. Todos son lo mismo, pastizales. Siglos llevan llamándose igual igual y todavía no se han puesto de acuerdo para singularizar su apellido.

A veces, cuando veo y oigo a Juana Pastizal mientras dice tonterías malhumoradas, intento explicar a los que me rodean el motivo de sus constantes confusiones y ocurrencias. Hay López que se llevan mal con otros López y Rodríguez que recelan de otros Rodríguez, pero sin abandonar la unidad del apellido. Si todas las variaciones de pastizal anteriormente expuestas, se unieran en el significado español -podrían inventarse un Pastizal disfrazado de batúa, como por ejemplo, Pastitzale que rima con abertzale- estoy seguro de que la amargura de doña Juana menguaría considerablemente. Tener un tío cuyo apellido signifique lo mismo que el tuyo, un primo en la mismas condiciones, un sobrino, una tía heredable, una tía por heredar, un abuelo y dos bisabuelas que se llamen igual que uno con un apellido diferente siendo la misma cosa, un pastizal, no ayuda al cumplimiento cristiano de la familia, que no todos los pastizal son partidarios de las fiestas del solsticio de invierno.

Tengo amigos de San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona –también hay muchos Pastizal en la capital del Reino de Navarra- Belaunde, Belascoain, Belardi y Belarrinaga, que el 24 por la noche acuden a la Misa del Gallo y celebran posteriormente la Nochebuena, cantan villancicos en vascuence y se reúnen, sin pelearse entre ellos, el día de Navidad para festejar a lo grande el Misterio. Algunos de ellos ignoran que son parientes de Juana Pastizal o «Pastitzale», y doy fe de que son felices y estupendas personas.

Los españoles de buena voluntad, en lugar de asumir las prepotencias de los nacionalistas vascos, tendríamos que esforzarnos en unificar a tan larga y dispersa familia Pastizal. De ahí pasaríamos a los Helechal, y de los Helechal a otra de las muchas familias vascas que llamándose lo mismo, pretenden seguir separados del origen de sus raíces.

Entiendo que, a un Belaunde, a estas alturas de la vida y sus costumbres, le cause espanto y pereza pasar a llamarse Belarra, que significa lo mismo. Pero todos tenemos que hacer un esfuerzo para que esa gran familia se reúna bajo un solo roble. Que todos adopten el apellido Pastizal, y dejen a Juana con el Belarra, que es –con el permiso de todos los Belarra dignos y orgullosos de sus ancestros- el más amargo, falso y peligroso de los pastizales.

Como habrán comprobado los lectores de El Debate, se puede escribir un artículo de cualquier cosa.