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Ojo avizorJuan Van-Halen

El Rey no tiene partido

La independencia de los monarcas es condición principal y cuando se manosea o debilita, aún más. No se hubiese entendido que Winston Churchill invitase a Jorge VI a un acto a la mayor gloria de su ideología, pero aquí no tenemos a un Churchill

Felipe VI no tiene partido. No milita ni apoya ni rechaza a ninguna opción política. Tampoco vota en elecciones. Su papel es de moderador y árbitro. Representa a todos los españoles sea cual sea su ideología. Un entendimiento amplio hacia todos los partidos le lleva a aceptar que un candidato a presidente del Gobierno, de cara a su investidura, le comunique que cuenta con votos de partidos cuya opinión no conoce directamente al negarse a acudir a las consultas regias porque, según declaran, «no tenemos Rey». Una anomalía.

El deslizamiento de nuestra realidad hacia la nada -o algo peor- va en aumento. El último ejemplo, advertido por el general y escritor Rafael Dávila, es la inclusión de un párrafo singularmente partidista en el discurso de Felipe VI en la Pascua Militar. En su lectura el Rey se saltó ese párrafo y el «puto amo» (Puente dixit) abandonó el salón precipitadamente y con mal gesto. No es dudoso en dónde se incluyó ese párrafo que insólitamente aparecía en la página web de la Casa de S.M. El Rey. Luego fue suprimido.

Vivimos ya la celebración del «año de Franco». También se cumplen cincuenta años del inicio del reinado de Juan Carlos I, pero es un proscrito. Se hubiese conmemorado un principio y no un final. Tras haber presentado la celebración el propio Sánchez, se decidió, como añadido, conmemorar también la llegada a España de la democracia y la libertad. Otra falsedad. Hasta 1977 no se celebraron elecciones generales y hasta 1978 los españoles no votamos la Constitución, cincuentenarios que se producirán en 2027 y 2028. En 1975 no hubo libertad ni democracia. El disfraz no cuela. Se malicia el motivo real de esos más de cien actos: hacer olvidar otros asuntos más graves y delicados tras el recuerdo de un anciano que murió en la cama; no le echó nadie. Y hacerlo desde el partidismo desterrando la objetividad demuestra que se busca cancelar la Transición. No responde a historiadores sino a militantes.

Con la Historia vista con un solo ojo se ahonda la división de los españoles. El muro que ya proclamó Sánchez entre los suyos y los demás. Se especula sobre si el Rey asistirá o no a algunos de los actos programados. Le aconsejará bien quien le apunte que no lo haga. Dañaría su singular significación como Rey: su independencia. No le ha nombrado nadie y a nadie se debe. Y sí a todos los españoles. A actos a los que han anunciado que no acudirán importantes formaciones de la alternativa, ya que responden a estrategias de partido, sin consenso y programados por el Gobierno, que asistió en pleno, el Rey debería meditar mucho sumarse. Tiene voz y legitimidad para ello.

Felipe VI conoce bien la Historia de España. Alfonso XIII cayó porque buena parte del centro y la derecha, decepcionados, le dejaron solo ante la izquierda radical y republicana. Alfonso XIII trató de enmendarlo, pero era tarde. Había perdido el apoyo popular y el militar, incluso de instituciones que consideraba seguras. Cuando Romanones preguntó a Sanjurjo si el Rey contaba con la Guardia Civil, el general, nada sospechoso de republicanismo, le respondió que no podía garantizarlo.

La independencia de los monarcas es condición principal y cuando se manosea o debilita, aún más. No se hubiese entendido que Winston Churchill invitase a Jorge VI a un acto a la mayor gloria de su ideología, pero aquí no tenemos a un Churchill. Favorecer la división de los españoles, su enfrentamiento, es un grave error cuya desembocadura supone una incógnita arriesgada. Una acción negativa para la generalidad de la ciudadanía e incomprensible para muchos. Recordar una guerra civil, superada desde la Transición, es un contrasentido. Me niego a marcar discordias en la memoria de mi familia. Unos a la derecha y otros a la izquierda. Uno de ellos, militar, luchó en el bando republicano y recibió ascensos. Resucitar ese enfrentamiento terrible sólo puede emanar de una mente enferma.

Al inaugurar el «año de Franco» Sánchez habló de la posibilidad de otra dictadura. Más que como una previsión lo entendí como un aviso. Hoy el mayor peligro de autocracia es Sánchez. La comisionada de esta celebración, Carmina Gustrán, fue presentada como independiente por el ministro Torres, que bracea para librarse de ser imputado, pero Gustrán apoyó aquel «Rodea al Congreso» y el «Jaque al Rey» donde se pedía un proceso constituyente. Y más. Sánchez sigue con sus trampas. Por el bien y el futuro de la Monarquía todos miramos al Rey. Y, mientras, Juan Carlos I, su padre, celebró otro cumpleaños en el destierro.