Franco era del Barça
El dictador salvó de la quiebra a los culés a base de recalificaciones y hoy el CSD mira para otro lado con los problemas económicos de Laporta
Cincuenta años después de la muerte de Franco, el Gobierno ha decidido celebrar el aniversario de la llegada a España de la libertad, algo que es mentira y que no ocurrió hasta años más tarde, pero que, de tanto repetirlo, acabará siendo verdad. Cosas del relato y de la propaganda monclovita. Aunque, visto el interés del presidente del Gobierno por seguir los pasos del antiguo dictador, quizás en realidad quiere homenajear su memoria más que el cambio de sistema.
Franco se obsesionó con la vivienda, al igual que Sánchez. Ahora bien, mientras uno creó más de cuatro millones de viviendas sociales entre 1961 y 1975, que los españoles pudieron pagar en ocho o diez años, el otro ha prometido la construcción de 184.000, de las cuales solo el 5 % se han convertido en realidad. Y no hablemos del tiempo que pueden tardar los ciudadanos en pagar esas casas o la cantidad de exigencias que tendrán que cumplir para llegar a ellas.
Franco quería controlar a la prensa, algo que les resultará similar a cierta intención que tiene el actual presidente del Gobierno. El que fuera jefe del Estado diseñó dos leyes para limitar la libertad de expresión y Sánchez ha puesto en marcha un Plan de Acción por la Democracia para que no puedan existir medios de comunicación que digan lo que a él no le gusta.
Franco era del Barça. Y si no lo era, lo disimulaba bien. El dictador ayudó al club catalán a construir el Camp Nou a partir de una recalificación de terrenos en 1951 y lo salvó de la crisis económica con una nueva recalificación a mediados de los 60. Hoy, a través del CSD, Sánchez mira para otro lado con los problemas de fair play de los culés y le salva la papeleta a Laporta aceptando la inscripción de dos futbolistas que no deberían poder jugar por no haber cumplido las normas económicas de LaLiga. Y eso sin hablar del caso Negreira, ante el que el Gobierno prefiere ponerse de perfil.
En cambio, las relaciones con otros ni fueron ni son las mejores. Franco no veía con buenos ojos la creación de la antigua Copa de Europa y le puso todos los problemas posibles a Santiago Bernabéu para viajar a París y poner en marcha la que ha sido durante décadas la máxima competición del fútbol mundial. Setenta años después, el Gobierno español, por mucho que no firmara la declaración en contra de los países de la UE, se opone a la creación de la Superliga, que puede redefinir el futuro del fútbol.