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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Hobbits españoles y elfos catalanes?

Las explicaciones de la ministra de Hacienda y de Illa sobre el privilegio fiscal para Cataluña suponen un insulto a la inteligencia de los españoles

Salvador Illa, de 58 años, incompetente ministro de Sanidad que se escaqueó de la covid cuando vio que lo desbordaba y que nos mentía con «comités de expertos» inexistentes, ganó las autonómicas catalanas con una victoria corta (27,9 % del voto). Como el PSOE cambia de lógica según sus necesidades, Feijóo no podía gobernar de ningún modo, pese a haber ganado las generales con un 33 %, pero Illa debía hacerlo a toda costa con su 27,9 %. Solo existía un problema: ¿cómo lograr el apoyo separatista?

La solución llegó con una felonía épica de Sánchez e Illa. Compraron a ERC con un paquete-regalo inimaginable: un «cupo catalán» al estilo del chollo vasco, que destrozará el modelo fiscal español; una agencia tributaria catalana, que expulsará de allí a la española (es decir, el fin del Estado en Cataluña a todos los efectos) y el perdón de la friolera de 15.000 millones de la deuda de la región con el Fondo de Liquidez Autonómica, rescate que pidieron al Estado cuando se vieron asfixiados por la gestión lamentable de los separatistas y su despilfarro en montar su República.

El paquete-regalo a ERC es tan jevi que jamás se ha hecho público el documento del acuerdo. Supone instaurar españoles de primera (catalanes y vascos) y de segunda (todos los demás, que recibiremos menos dinero para dárselo a los dos pueblos elegidos). Una burrada de tal calibre, que liquida los cimientos fundacionales de un Estado, no se puede contar a las claras. Así que ha comenzado el Festival del Eufemismo:

María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, ha sido forzada por Sánchez a convertirse también en candidata en Andalucía. Difícil triunfar allí apoyando un privilegio catalán que castiga a los andaluces. Vean las respuestas, modelo Lola Flores en Cómo me las maravillaría yo, que ofrece Montero cuando en el Diario de Cádiz le preguntan por el acuerdo fiscal que privilegiará a Cataluña. Primero alega que «todavía no ha tomado forma en términos de proyectos de ley» (es decir, intenta tranquilizar a los andaluces diciendo que no está cerrado, ergo bueno no debe ser). Y luego divaga con esta parrafada a lo Sopa de ganso:

«El acuerdo que se firma con ERC intensifica la vocación de autogobierno que tiene esta comunidad y otras comunidades. Y el propio acuerdo habla de que se trata de una financiación solidaria. Nadie pone el acento en eso, en la solidaridad; todo el mundo lo pone en la singularidad. Singularidades tienen todos los territorios; por tanto, cada uno tendrá que ejercer su propia singularidad, pero con una premisa que es muy importante en el acuerdo: todas las comunidades tendrán que aportar para que los servicios públicos que se prestan vivan donde vivan los ciudadanos tenga criterios de calidad homologable en todo el territorio».

Sé que es difícil surcar la inextricable verborrea de esta señora. Pero viene a decir que primar con un privilegio fiscal a Cataluña es muy solidario, porque da igual donde se quede la pasta, todo es España. Omite el detallito de que esa pasta gansa nos la quitarán al resto para dárselo a los catalanes al dictado de partido golpista ERC, cargándose de paso la caja única. ¡Ole!

Las sibilinas explicaciones de Illa son casi peores que la confusa empanada conceptual de Marisu. Educadísimo, suavecísimo, Illa nos explica en El País que «la propuesta que hemos puesto encima de la mesa atiende a las singularidades que tiene Cataluña, no busca ningún privilegio».

Con esta frase nos toma por imbéciles (además de que rezuma supremacismo). ¿Cuáles son esas sagradas «singularidades» por las que tenemos que entregar nuestro dinero en el altar del pueblo diferente? El idioma más hablado en Cataluña es el español. La tan identitaria Cataluña es la comunidad donde hay más personas de origen extranjero y llegadas de otras regiones españolas. La comunidad locomotora hoy en España es Madrid, no Cataluña, a pesar de que ha sido primada siempre por el Estado, ya desde la bicoca del arancel textil del XIX. ¿Cuáles son esas supuestas «singularidades» por las que los hobbits españoles tenemos que pagarles su fiesta a los elfos catalanes?

Illa, El Educadísimo, pone además a parir a la Comunidad de Madrid. Con toda la jeta del mundo, un tío que se propone chupar del bote a manos llenas a costa del resto de los españoles, acusa a Madrid de «deslealtad fiscal», porque ha decidido ofrecer una fiscalidad liberal, en vez de abrasar a los vecinos como en la Cataluña nacionalista. Madrid es «desleal», critica Illa, mientras defiende como muy leal el privilegio catalán: «Es una propuesta que no perjudica a nadie». (Risas en off).

Cuando se le afea el sablazo, Illa se nos pone digno, con ese desdén altivo que enmascara tras una careta de flema: «Con la financiación a algunos les interesa no abordar el fondo del asunto, sino el ruido. Yo no voy a entrar en el ruido, eso se lo dejo a ellos. Yo voy a estar en solucionar problemas». Claro, Salvador, nos quitas nuestro dinero para arreglar vuestra incompetencia manirrota, y si nos quejamos, somos «los del ruido». Te despluman y además te toman por pánfilo.

(«Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados…». Nunca Quevedo fue tan actual).