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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Puchi, PP y Vox

El prófugo podrá suspender «las negociaciones», decir que no pactará los presupuestos, pero si tiene que elegir un compañero de baile para la sardana elige a Pedro, al que apretará, pondrá de rodillas, obligará a compartir una foto en Bélgica, pero con el que nunca romperá

Qué emocionante foto nos han regalado Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. No hay nada como el pegamento delincuencial para encontrar espacios para la comunión, esos lugares recónditos donde dos almas puras de la malversación y la sedición pueden llegar a encontrarse y a apartar los avatares que los separaron por culpa de un Estado facha y represor. Pedro creyó que, a base de encamarse con ambos por separado, los celos acabarían por devorarlos hasta la muerte. Pero resulta que estas dos gallinas viejas del separatismo no son tan fáciles de desplumar y echar al guiso como ha hecho Moncloa con Iglesias y Yolanda. De hecho, si los dos han sobrevivido políticamente es precisamente por el concurso impagable de un presidente felón, que los ha devuelto a la vida para no perder él la suya.

Aquellos amigos en el golpe de Estado que luego se hicieron enemigos cuando Carles le dijo a Oriol aquello tan cinematográfico de «tú a la trena y yo a Waterloo», ya sonríen juntos, han reconciliado sus objetivos, rodeados de libros y de la cara de panoli de Turull, nombrado ahora malote para amenazar a Pedro con la cabeza de caballo en su colchón monclovita. Ni los mejores diálogos de El Padrino mejorarían los avisos mafiosos del número dos de Junts: si Pedro no se aviene a razones e incumple la promesa hecha por Santos Cerdán al president de la Republiqueta de que la ley de amnistía le permitirá pasear por Barcelona como un mártir perseguido por Marchena, otro facha de la cuerda de Peinado y Hurtado, el Gobierno perdería los siete escaños de Puchi. Pero nada de eso ha pasado ni pasará.

El prófugo podrá suspender «las negociaciones», decir que no pactará los presupuestos, pero si tiene que elegir un compañero de baile para la sardana elige a Pedro, al que apretará, pondrá de rodillas, obligará a compartir una foto en Bélgica, pero con el que nunca romperá. Es bueno repetirlo para que lo oigan en el PP y Vox. No hay alternativa de gobierno que requiera la participación de un traidor como Carles. A sensu contrario, y aprovechando el protagonismo mediático que le ha ofrecido la candidez de Feijóo en los últimos días, el forajido se regodea en su desprecio a Génova.

Aunque muchos calienten la oreja al PP sobre un posible acuerdo con Puigdemont bajo la falsa condición de que se va a reconvertir en un neoconvergente con ganas de contribuir a la gobernabilidad del Estado, como si fuera un nuevo Pujol en su primera época —ya corrupta, pero domesticada. Eso nunca ocurrirá. Junts solo vive para mantener a Sánchez como su rehén, débil, humillado, pisoteado, sin presupuestos, sin dignidad, pero su rehén al fin. Lo que no sabía el huido es que ha dado con un dirigente acostumbrado a saltarse todos los usos democráticos sin que le tiemblen las piernas. El casero de Pedro le tiene que hacer pagar que no le hiciera presidente de la Generalitat en correspondencia a sus siete votos en la investidura, que le birlara el Ayuntamiento de Barcelona y que su ley de impunidad haya liberado a todos sus conmilitones soberanistas menos a él, al mejor, al número uno.

De este tenebroso cuadro, y descontado el ignominioso papel de Pedro Sánchez, los actores políticos de la derecha española tampoco están quedando excesivamente bien. No habrá cuestión de confianza —Pedro jamás lo consentirá— ni moción de censura para desalojarle. Que deje de fantasear la oposición española. Y, sobre todo, porque si eso se materializara sería a cambio de abdicar de los principios morales, precisamente el mismo argumento por el que se le ha hecho un merecidísimo reproche ético al presidente. Por no hablar, del pago que reclamaría el golpista a cambio de apoyar una moción de censura del PP y Vox. Inasumible para cualquier partido decente.