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HorizonteRamón Pérez-Maura

«La cocaína no es más mala que el whisky»

Colombia ha entrado en una deriva extremadamente peligrosa por estar en manos de un presidente que tiene una «caótica, corrupta y autoritaria manera de gobernar»

El mayor problema de la democracia es que legitima la llegada al poder de políticos disparatados, que hacen cualquier burrada con la autoridad que les da el haber llegado al poder por voluntad popular. Colombia ha entrado en una deriva extremadamente peligrosa por estar en manos de un presidente que tiene una «caótica, corrupta y autoritaria manera de gobernar» en palabras de la gran periodista hispanocolombiana Salud Hernández-Mora en la revista Semana.

El presidente Gustavo Petro proviene de la guerrilla del M19 en la que luchaba con el alias de «Aureliano». Ésa es la guerrilla que el 6 de noviembre de 1985 asaltó el Palacio de Justicia en Bogotá, una acción que en la recuperación del edificio por el Ejército dejó 94 muertos, entre ellos 11 magistrados de la Corte, decenas de heridos y 11 desaparecidos en circunstancias sin esclarecer. En las presidenciales de 2022 Petro fue elegido presidente con la votación más alta de la historia del país y desde entonces Colombia va de mal en peor. Sin exagerar un ápice.

Esta semana Petro ha tenido una idea genial para intentar recuperar popularidad. No se le ocurrió mejor idea que retransmitir en directo una reunión del Gobierno. Empezando por la vicepresidente Francia Márquez y siguiendo por numerosos ministros, las pullas y descalificaciones de unos a otros fueron reiteradas a pesar de que la televisión retransmitía en directo la reunión del Gobierno. El nombramiento de la nueva ministra de Exteriores, Laura Sarabia, y el del nuevo jefe de gabinete del presidente, Armando Benedetti, ha provocado críticas frontales al presidente por la personalidad de estos políticos. Hasta la vicepresidente atacó a Petro.

En el caso de Benedetti es bien conocido su carácter pendenciero y tiene fama de juerguista, bebedor y consumidor de sustancias. Quizá por ello no sea una casualidad el que en su primera participación en el consejo de Gobierno, sentado al lado del presidente, Petro dijera con aparente convicción que «la cocaína no es más mala que el whisky». Y defendió así la legalización de esa droga en un país en el que los narcóticos han sido una plaga bíblica.

Como tantos otros observadores de la realidad colombiana Salud Hernández-Mora habla de la enrevesada personalidad de Petro «cargada de odio, resentimiento, adicciones, incoherencia, megalomanía, delirios de grandeza y una enfermiza costumbre de tergiversar la historia». Las acusaciones a Petro sobre sus adicciones son recurrentes y se cree que estaba bajo los efectos de sustancias inconvenientes cuando respondió en X al anuncio de Trump de imponer aranceles a Colombia por no haber aceptado la devolución de los emigrantes colombianos que residían ilegalmente en Estados Unidos. En cuestión de horas, Petro se desdijo.

Afortunadamente Colombia todavía tiene instituciones que pueden frenar la deriva chavista del país. Pero con un presidente con las condiciones de Petro, o quizá sea más correcto decir la falta de ellas, cualquier cosa es posible.