¿Quién ha ganado en Alemania?
Una cosa es predicar y otra dar trigo. Hay muchos ejemplos en la política contemporánea de que no hay nada peor para los partidos más o menos populistas que tocar poder. Recuerden el caso de Austria en 1999

El resultado de las elecciones alemanas es de una enorme trascendencia. En cierto modo, un terremoto político para todo el continente. Friedrich Merz representa dentro de la CDU la corriente opuesta a Angela Merkel y de hecho dejó la política durante parte del mandato de la anterior canciller. Es un caso único de político que llega a canciller sin haber sido ni alcalde, no digamos presidir un land o ser ministro. Nada. La CDU está encabezada hoy por un político que pertenece a la línea más conservadora del partido que ha logrado el 28,5 por ciento de los votos. Y aún así, a su derecha la AfD ha logrado el 20,8 por ciento de los votos. Es decir, en Alemania ha ganado claramente una derecha nada disimulada.
Lo primero que hizo Merz fue decir que es un hombre de palabra y que no pactará con Alice Weidel. En teoría hay que honrar a los políticos que cumplen con lo que prometen. Aquello por lo que les han votado. Algo que en España es casi inverosímil. Ahora bien, esta política de aislamiento de los partidos populistas de derecha puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Si, como todo parece indicar, de estas elecciones sale un nuevo gobierno entre la CDU y el SPD, se va a dar a la AfD la posibilidad de seguir creciendo como primer partido de la oposición. Y, con toda probabilidad, veremos el declinar de los socialdemócratas como socios minoritarios de la coalición que puede acabar dejándoles en la más absoluta irrelevancia política como ha sucedido en Francia. Allí, el llamado cordón sanitario ha convertido al lepenismo en la primera fuerza de Francia y el Partido Socialista es absolutamente irrelevante superado por la izquierda de Jean Luc Melenchón, hermanada con Die Linke en Alemania. Y la gran encerrona en que se ha metido el SPD en Alemania es que no quieren que gobierne la AfD, pero eso les obliga a ellos a ser un socio minoritario con un probable coste político muy alto.
Creo que hubiera sido bueno que la CDU se sentara a hablar con la AfD y se trasladara a la opinión pública la imagen de una negociación imposible. Porque el partido de Konrad Adenauer no puede de ninguna de las maneras aceptar el abandono de la Unión Europea ni del euro. Claro que, si AfD aceptara no cumplir con esas promesas electorales, quizá su paso por un hipotético Gobierno de coalición sería duro para ellos. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Hay muchos ejemplos en la política contemporánea de que no hay nada peor para los partidos más o menos populistas que tocar poder. Recuerden el caso de Austria, donde en las elecciones legislativas de 1999 el Partido Popular de Wolfgang Schüssel rompió la sempiterna gran coalición con el Partido Social Demócrata y formó gobierno con el Partido de la Libertad de Jörg Haider. Los de Haider habían quedado segundos tras los socialdemócratas y los populares terceros, apenas cuatrocientos votos por detrás de los libertarios. A Austria le dieron la del pulpo con sanciones que le impuso toda la Unión Europea por haber roto el cinturón de castidad frente a los populistas. Finalmente, la Unión creó una comisión de sabios que dictaminó el levantamiento de las sanciones a Austria. Comisión, por cierto, en la que uno de los tres sabios era Marcelino Oreja Aguirre. Tres años después, en 2002, se convocaron nuevas elecciones legislativas y el Partido Popular las ganó cómodamente y los de Haider quedaron en tercera posición. Administrar el poder puede tener esas consecuencias.
Hay que tener cuidado con simplismos como llamar a AfD un partido neonazi. No sé qué puede tener de neonazi un partido encabezado por una homosexual cuya pareja, Sarah Bossard, es originaria de Sri Lanka. Más bien al contrario, lo que nos muestra AfD es que lo woke también puede ocupar espacio en la derecha populista. Además de que las políticas económicas que promueve son absolutamente liberales, cuando la economía nazi era socialista. Pero sí es cierto que es un partido profundamente nacionalista y contrario a la Unión Europea. Esto es lo que hay.