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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Si Cela regresara

No sé si Cela se asquearía hoy y soltaría la pluma, o bien, en una hipótesis tan indemostrable como grata a nos, los últimos estetas españoles, sacaría una novela que reventara esta mezcla de puterío, recato, proxenetismo, e islamofeminismo

Actualizada 01:30

Se le echa de menos. Imagínate el jugo que les habría sacado a las chatis de Ábalos, al catálogo de ‘Izas, rabizas y colipoterras’, a los pisos que la Muface les arrendó bajo coste a los Gómez, ya fuera para realquilar (muy de Cela), para vacilar, o para zorreo masculino. Lucrarte del pingo y de la pinga ajena está prohibido, aunque siempre ha habido modos de esquivar la ley presentando el proxenetismo crudo como un servicio de habitación con piltra, o cuartucho con yacija. Quizá como consumiciones, cobradas dos veces, de la pilingui o el chapero. ¡No grite! Multiplíquese por cero, atravesado intruso que no está aquí por el interés de mis columnas sino para colgar sus comentarios insultantes e inútiles a cambio de algo que no consigo imaginar.

Yo creo que no es ni dinero, que el placer lo obtiene comentándolo luego en la casa del pueblo, o en el dominó con los de la agrupación local. Para sentirse alguien, para morirse pensando «me he quedado a gusto insultando al Girauta». Porque estos suelen poner artículo delante del nombre, ya sea porque son catalanes, ya sea porque son analfabetos. En EFE, donde florecen ambas especies, le llamaban el otro día al Papa «el Francisco». Fíjense: el atravesado no se indigna cuando se maltrata el lenguaje, entre otras razones porque el atravesado no sabe de letra. Por eso está atravesado, y por la envidia, y también por lo de los cuernos y por lo de la acidez. Al atravesado, un zurdo neopuritano, le indignan vocablos como pilingui y chapero, los recursos humanos del famoso catálogo. Y también del grupo Gómez de Muface S.L.

La irrupción de la mutua de funcionarios alimenta la añoranza de Cela. Antes se les ponía estanco o quiosco a las favorecidas, camuflándolas entre las viudas de militares caídos en acto de servicio, una canallada. Quien lo revolucionó todo fue Roldán, socialista que dio en dirigir la Guardia Civil para robar a sus huérfanos y retratarse en calzoncillos con fulanas. Sin aquellas imágenes, Cela habría seguido imponiéndose sobre el coro de los grillos que se inventó Planeta. Pero esas fotografías acabaron con todo. Un vídeo faltón con Inteligencia Artificial no es nada a su lado: montes pariendo ratones. Es como llegar a la gran pirámide y que salga Albares. Decepción, aburrimiento. Los calzoncillos pendencieros de Roldán, su flotador de pato, terminaron una era.

El personal había visto la vil materia prima de Cela y pasó como con las salchichas. Declinó la última literatura española ambiciosa, que incluía la crónica barroca de cafeta, su canto brutal transido de miserias, de patetismo y juerga, de precisión verbal. Despertaba un léxico dormido o manchaba de fluidos el estilo administrativo. Ahí ‘El cipote de Archidona’. No sé si Cela se asquearía hoy y soltaría la pluma, o bien, en una hipótesis tan indemostrable como grata a nos, los últimos estetas españoles, sacaría una novela que reventara esta mezcla de puterío, recato, proxenetismo, e islamofeminismo. ¡Ah, censor desatado!

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