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Cartas al director

Neolengua: la batalla de los ucranios

Señor director:

Hay pequeños detalles en la vida, minúsculos, insignificantes, casi inapreciables pero que una vez bien mirados –y bien pensados– dan más información y más aclaraciones que horas y horas de conferencias, tesis, tertulias, editoriales de periódico, charlas de bar y hasta sermones de cuñado. Uno de estos casos es la batalla lingüística que de forma casi sigilosa («stealth» lo llamarían los analistas militares) se está llevando a cabo de forma silenciosa con la neolengua al más puro estilo Orwelliano con algunas expresiones y nombres de uso habitual en la vida y en los medios de comunicación. Y no me estoy refiriendo ahora a la imposición de la cargante neolengua pijo-progre llamada de género o «progríticamente» correcta (los andaluces y las andaluzas, los vascos y las vascas, los trabajadores y las trabajadoras, etc.), que podría.

Y es que, casi coincidiendo con el inicio mismo de las hostilidades e invasión militar rusa a Ucrania, se ha lanzado una ofensiva lingüística implacable por el medio habitual para estas cosas como es el periódico de referencia de nuestra izquierda de «el país llamado todavía España», por la cual los naturales de Ucrania ya nos son «ucranianos» (y ucranianas, que dirían estas mismas fuentes), ya que han pasado a ser «ucranios». Suena mal y suena raro, nunca se había utilizado y es una pedantería propia de quienes quieren cambiar las sociedades por el lenguaje (¡Ay si George Orwell viera lo actual que es en el año 2022!) pero la batalla está aquí y las baterías mediáticas utilizadas han empezado a tronar hasta la victoria final.

Si tenemos en cuenta los antecedentes acaecidos en los últimos tiempos por los mismos impositores lo que ahora nos puede parecer ridículo dentro de unas semanas o días puede estar impuesto y admitido sin que nos hayamos dado cuenta de por dónde nos han venido los golpes.