Cartas al director
¡Qué bien lo haces!
La actitud de un buen padre es la de animar a su hijo pequeño a superar la razonable torpeza en el desempeño de ciertos trabajos complicados para su edad. Es mucho lo que tiene que aprender su vástago, sobre todo en el ambiente familiar, pero si menosprecias y censuras sus desaciertos, le costará mucho más el aprendizaje. Así cuando el pequeño da sus primeros pasitos, es habitual que la familia le aplauda, el niño se pone muy contento y se anima a repetir e insistir en esos pasitos.
Algunas personas tenemos la inquietud de hacer algo a favor de nuestro país, aportando nuestras exhortaciones para intentar mejorar el desarrollo del bienestar social, poniendo nuestro esfuerzo en provecho de los ciudadanos, con dadivosidad, sin otro interés que beneficiarles y no juzgar con severidad el comportamiento de los políticos que nos gobiernan, singularmente al inútil presidente del Gobierno, sin caer en la cuenta de que los desaciertos que le llevan al desastre proceden la mayoría de las veces de su torpeza más bien que de su iniquidad. Por eso hoy, en vez de juzgar esa impericia como maldad, catalogo el triste problema de desaciertos habituales de nuestros gobernantes, como comportamiento pueril de niño inexperto, que nos puede llevar a la catástrofe, sí, pero animémosles a hacerlo bien y puede que algún día aprenda a gobernar con tino. Ya vimos cómo los ministros del Gobierno han tenido en alguna ocasión la habilidad de aplaudir algún acierto que ha logrado tener nuestro presidente fray Mentiras, ello con la finalidad de que, como un niño, se alegre al verse premiado y trate de hacerlo bien en más ocasiones.
Sufrimos los españoles la mala fortuna de la incapacidad de nuestro presidente para llevar con acierto el timón de nuestra patria, pero seamos condescendientes, como lo somos con un niño inexperto, claro que el niño no tiene la obsesión por la mentira que aquel. Sin duda Sánchez tiene un acusado problema al creerse ser alguien y luego darse cuenta de que no, no… Yo le compadezco como lo haría con mi hijo pequeño que intenta y no consigue hacer algo. Solo se me ocurre decir «pobrecillo». Claro que también somos pobrecillos los españoles.