Cartas al director
La guerra de Independencia de Ucrania
Iniciaron la invasión valiéndose de engaños, sin que hubiera casus belli ni mediara declaración de guerra. Los planes ocultos del pequeño gran dictador pasaban por descabezar la nación vecina para entronizar un títere que sirviera a sus sueños imperiales. Pero aquella Nación se alzó y, desoyendo las llamadas a colaborar, tomó las armas para enfrentarse al invasor. Y lo que se esperaba como un paseo militar acabó en una guerra sin cuartel. Y entonces el ejército se empleó a fondo contra la población, que sufrió el terror y los desastres de la guerra. Arrasaron los campos y bombardearon las ciudades antes de ponerles cerco para rendirlas por hambre. Pero aquella Nación resistió durante seis largos años de guerra, y dio al mundo una lección de patriotismo y capacidad de sacrificio que fue reconocida por el propio dictador, aunque hoy, incomprensiblemente, ya no figure así en nuestros planes de estudio. Finalmente el invasor fue obligado a retirarse dejando tras de sí una Nación desangrada, expoliada, consumida hasta la extenuación, y que ya nunca sería la misma. Hoy, salvando las diferencias, Ucrania nos recuerda mucho a aquella Nación, la España de 1808 que desoyó el «no a la guerra» y decidió batirse para defender su independencia y soberanía. Hoy Ucrania también resiste a un poderoso ejército que nunca esperó tal oposición, aunque no contará, como sí lo hizo España, con un ejército aliado en su territorio; hoy los apoyos son de otro tipo. Pero, aunque la historia no tiene por qué repetirse, ojalá el pequeño dictador Putin tenga también su Waterloo y acabe, como aquél otro, desterrado finalmente en alguna Santa Elena.