Cartas al director
Contra la falacia
Estimado director:
Los tiempos de guerra hacen reaparecer un viejo dogma del ateísmo militante: ¡la religión ha provocado mucha muerte!¡La religión es la responsable de la mayoría de las guerras!
Poco se han parado a pensar en estas afirmaciones, en lo que explica por ejemplo el cristianismo sobre la naturaleza del ser humano y de la salvación. La calumnia suele partir del desconocimiento, por ello no tiene apego por la realidad. De esta manera puede también desconocer la doctrina que puede leerse en el libro más editado y vendido de la historia.
Incluso sin fe, puede reconocerse en la buena nueva que el sentido de la vida de un cristiano es opuesto a la violencia, a la muerte. Cristo venció a la muerte, nos dicen las escrituras, y gracias a su victoria la esperanza se traslada a la humanidad como explicó Benedicto XVI en SPE SALVI.
Hoy, en medio de la Semana Santa, la cristiandad conmemora la inmolación –y la resurrección– del hijo de Dios, del verbo hecho carne, del christós. Él se sacrificó por voluntad del padre a causa de nuestro pecado para nuestra liberación proyectada en un mundo nuevo. Partiendo de esta idea queda formular un breve argumento:
Quien comparte el dolor de Cristo en el Calvario, quien ve su sufrimiento en la pasión, quien percibe el amor del que muere por un amigo, por la humanidad, quien tiene fe y esperanza: ¿puede cegarse por obra de Dios y odiarle matando otros seres humanos? El primer mandamiento se realiza en la tierra con los demás y la propia Trinidad aparece en el amor, como exponía San Agustín, habiendo de experimentarlo terrenalmente para poder trasladarlo a aquel a quien no se ve.
La responsabilidad de las guerras –como forma brutal de aparición de la muerte– no es de la religión, sino del mal intenso que habita en los corazones de algunos. La fe no incita a la guerra, purga de la «razón humana» sus justificaciones aparentes, que acaban por ser insostenibles si se deja de lado la ambición y el poder y se acaba pensando en el otro.