Cartas al director
El que no corre, vuela
Sr. Director:
El que no corre, vuela. Y no hace falta que vaya sin resuello por una terminal para coger un avión. Qué va. Con tener un poco de cara, labia y proyección mediática, ya se tiene un camino recorrido. Igual da que se trate de un aristócrata oportunista, un dirigente de institución deportiva, futbolista de élite o político con las manos distraídas, a todos ellos la palabra comisión supone una perita de agua, un algodón de azúcar o un caramelo sabroso. La boca saliva con ganas y los bolsillos se llenan de manera rápida. ¿Nos extrañan estos comportamientos tan poco ejemplarizantes? No debería. Recordemos que todos ellos descienden, les guste o no, de aquella figura del lazarillo, siempre pergeñando maledicencias, añagazas o realizando pillerías. Anda que no nos conocía bien su anónimo autor a los españoles, si bien en el siglo XXI las formas han cambiado, el fondo no tanto. Ya no llevamos calzas, ni sombrero ladeado, ni siquiera jubones, ahora se estila los trajes, corbata, la gomina, y las cuentas corrientes abultadas, en vez de faltriqueras. ¿Creen estos personajes que hacen algo malo? ¿Temen la exposición pública? ¿Manifiestan arrepentimiento tras su felonía?. No por Dios, dirán ellos, si descendemos del Lazarillo de Tormes, nuestro ilustre ascendiente. Si el cometió barrabasadas, ¿no las haremos más perfeccionadas?. Firmado: La Lobita Solitaria.