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Cartas al director

Extremadura

Los cronistas viajeros de otros países que, durante los siglos XVIII y XIX, recorrieron Extremadura, tuvieron una particular visión de esta tierra, muchas veces bastante superficial y llena de tópicos. El militar francés Badcock, en Trujillo, señala que el calor era demasiado intenso para andar recorriendo sus calles; y la visión de Jaraicejo le pareció tan deprimente «como si un ejército lo hubiese evacuado veinticuatro horas antes». Por su parte, el escritor inglés Beckford, que atraviesa Extremadura en un duro invierno y en un estado de salud precario, ofrece una impresión sombría de las ciudades por las que pasa; de ahí que el adjetivo que aplica a Badajoz y sus habitantes sea el de «fúnebre». Lo más preocupante es pensar en qué medida puede seguir vigente, en pleno siglo XXI, lo expresado por Francisco Gregorio de Salas, poeta y eclesiástico extremeño del siglo XVIII: «Espíritu desunido domina a los extremeños; jamás entran en empeños ni quieren tomar partido: Cada cual en sí metido y contento en su rincón huye de toda instrucción; y aunque es grande su viveza, vienen a ser, por pereza, los indios de la nación». ¿Será por todo esto nuestro sempiterno último puesto en todas las listas de lo negativo de España? ¿Será espíritu de región o culpa de caciques y políticos de cualquier tendencia e ideología por lo que nuestro ritmo es lento y nuestra trayectoria equivocada, tropezando siempre con la pobreza, la injusticia y la emigración? Según las últimas noticias, el AVE llegará a Extremadura en el 2122, dentro de cien años, o sea, ya todos calvos.