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Cartas al director

El personaje

Debo reconocer que soy un entusiasta seguidor de los escritos del doctor Marañón porque, nadie como él, ha sabido retratar a algunos personajes históricos tan importantes como, por ejemplo, Tiberio o, más cercano aún en el tiempo, Antonio Pérez, que fue secretario de cámara y del Consejo de Estado de Felipe II. En este sentido, Marañón retrata muy bien a los personajes, los analiza, como si estuviera haciendo una autopsia a nivel no solo físico sino, incluso, de su mente y psicología personal. Pues bien, en sus Ensayos Liberales, de 1947, también alude a los políticos y a los «gestos», como genial método para llegar hasta la médula de tales figuras. De este modo, echo mucho de menos que no hubiera conocido (falleció en 1960) a Pedro Sánchez, que bien podría asemejarse al polémico Antonio Pérez, salvando las distancias y las épocas, por supuesto. Porque yo estoy convencido que todavía nadie toma en serio el enorme peligro que representa este personaje, al desconocerse su idiosincrasia real y alcance de lo que puede llegar a hacer, y no tanto, del daño que ya ha provocado a este país. Para conocerle bien se debería de partir de su actitud en el famoso Comité Federal del PSOE del 1 de Octubre del 2016, momento a momento, no tanto en su resultado patético final. Pedro Sánchez no es un político al uso, ni siquiera se parece a sus antecesores en el cargo de presidente, es decir, Felipe González o Rodríguez Zapatero, ni mucho menos. Ni siquiera es un socialista común, ya que carece de ideología, solo tiene un amor profundo a su imagen, se adora a sí mismo, al mejor estilo griego y de la mitología. El problema que vamos a tener es cuando Pedro Sánchez se vea obligado a dejar el poder, porque no lo va a dejar tan fácilmente, por pérdida de votos parlamentarios o por mucho que las urnas no le respalden. Aunque deje al PSOE en la más absoluta de sus miserias, con un resultado inferior a los 50 diputados. A Pedro Sánchez solo le preocupa Pedro Sánchez y, para mantener el cargo, cualquiera puede saber hasta dónde sería capaz de llegar a hacer o pactar. En fin, que lo peor que se puede hacer, desde una posición democrática, es subestimarlo. Muy pronto saldremos de dudas.