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Cartas al director

La opinión pública en las televisiones

Es interesante que los habitantes de Jersón o de Mariúpol, aunque sean ciudadanos anónimos, cuenten las circunstancias por las que están atravesando. Lo mismo podía decirse de los afectados por el volcán de La Palma o, más recientemente, de los vecinos de Sierra Bermeja.

Son testimonios que ilustran la información sobre acontecimientos y situaciones lamentables. Lo que les sucede a estas personas complementa la noticia.

Sin embargo, son absolutamente innecesarias, aunque al parecer inevitables, las opiniones de desconocidos conductores comentando, desde dentro de su vehículo, la subida de la gasolina, («el año pasado con 50 euros tenía para medio mes, y ahora apenas me llega para una semana»), o el aumento de la temperatura, («yo no podía más y he dormido en la terraza»).

No fallan tampoco los seres anónimos que, al comienzo de las rebajas, nos cuentan que se han comprado dos sartenes, que «yo no necesitaba, pero es que estaban baratísimas».

Lo mismo sucede indefectiblemente cuando llegan las vacaciones veraniegas, porque nunca faltan las entrevistas en el aeropuerto a personas que nos cuentan que van a ver a su madre o a su abuela, y a las que van a disfrutar de unos días en la playa, «que nos lo merecemos, después de currar todo el año».

No sabemos quiénes son los entrevistados y no nos importa nada lo que opinan sobre la subida del precio de la gasolina, o lo barato que han comprado unas sartenes, pero nos tenemos que tragar lo que dicen, y cambiar de cadena no es la solución, porque nos vamos a encontrar lo mismo en todas.

Santiago Lago Bornstein

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