Cartas al director
'Jamón, Jamón'
Corría el año 1992 cuando el director de cine catalán Bigas Luna estrenaba su premiada película, Jamón, Jamón. No, no crea el lector que el asunto va de películas. Más bien, trata de sus protagonistas y de sus performances en las galas de entrega de premios cinematográficos, como son: los Oscar de Hollywood, o los Goya de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.
Tradicionalmente, los premiados pronunciaban un breve discurso, a veces no del todo correctamente articulado, para agradecer las distinciones recibidas. Sin embargo, en los últimos tiempos, lo que antaño eran unas sencillas palabras, han pasado a ser simplonas peroratas sobre asuntos políticos y sociales, conatos de combates pugilísticos, y arengas woke. Lo curioso del asunto es que, normalmente, se trata de personajes del mismo espectro político, con unas ideas ancladas en el siglo XIX, aunque convenientemente actualizadas.
No hay que esforzarse mucho para recordar sus memorables interpretaciones, tanto las favorables a los que les dan de comer, con nuestro dinero, como las críticas hacia la parte contraria. Sin embargo, y como consecuencia de recientes iniciativas legislativas, parece que los legionarios y algunos centuriones amenazan con sublevarse. Es lo que sucede, normalmente, cuando se les toca el bolsillo.
Es evidente la falta de concordancia entre las vidas privadas de estos individuos y sus artísticas actuaciones en eventos con amplia difusión mediática.
Son, salvo honrosas excepciones, fieles seguidores del dicho: «Ande yo caliente, y que sufra la gente». Además, tienen otra máxima: «Haz lo que yo diga, no lo que yo haga».
En palabras de José Mª García podríamos definirlos como: «Abrazafarolas, chupópteros, correveidiles, maleteros, y resto de la Fauna Peloteril».
Actualmente, existen sobrados motivos para una profunda denuncia social. Por ello, el clamor, y no el silencio de los titiriteros, debería de ser atronador.