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Cartas al director

Y al sexto día... salvó a España

Y... al sexto día, salvó a España. No, no refiere la cita en quien estamos pensando, sino a quien le gustaría serlo, y aún no sé si se creerá tal posición. El sábado estuve a otras cosas más interesantes, dignas y edificantes, que hicieron evadirme y por un momento dejar a un lado la política y sus satélites. Pero qué duda cabe que las notificaciones seguían llegando, imparables, seguidas y continuas. El ego monclovita no nos deja en paz ni un fin de semana. Consejo de Ministros extraordinario, tras el tirón de orejas, cornada en todo el estómago y collejas en la nuca andaluzas. Sí, esas elecciones que no iban a ser referentes de nada. Pues menos mal... una batería de medidas, desesperadas todas ellas, para paliar un descontento de la sociedad, que el ego no comprende, ítem más, nos riñe, porque «este Gobierno no tenía pensado que iba a tener lugar una pandemia, un volcán y una guerra». Se siente... gobernar no implica vivir en un campo de lavandas, en una playa canaria u otear el magnífico faro de Finisterre. Tampoco es el engaño perpetuo, la mentira descarada y el bochorno constante de cada martes en el Consejo de Ministros. Que si bajada de la luz, que si bono de transportes reducido, que si impuesto extra a empresas de electricidad, todo ello enmarcado para que se reduzca la dichosa inflación que no cesa. En ciernes, ya mismo, la reunión de la OTAN en una Villa y Corte blindada, acotada y limitada para los ciudadanos, prefiriendo las autoridades «que se evite salir lo máximo posible», y, sin embargo, ahí tenemos, a la izquierda radical, apoyo del ego monclovita, saliendo con toda la trompetería ruidosa, protestando por las sesiones de estos tres días... para esos no hay confinamiento temporal, sino despliegue total, manda bemoles. Nos quieren como guiñoles, obedientes y sumisos, eso es lo que importa, porque como dijo aquel anciano valiente y heroico al protagonista del Nodo 2: «¿Tú vas a arreglar, que vas a arreglar tú?»