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Cartas al director

El himno nacional y los periodistas deportivos

Cada vez que hay un encuentro deportivo en el que suenan los himnos nacionales de los contendientes es frecuente escuchar a los comentaristas la pena que les da el que el nuestro carezca de letra, y uno empieza ya a cansarse.

En primer lugar, hay que hacer notar que tales comentarios son causados, o hacen referencia casi siempre al himno francés, La Marsellesa, que es una canción de guerra, de revolución, pensado para enardecer a la multitud, lo que viene a ser algo semejante a lo que ocurre en un estadio, en el que el público anima a los suyos con cánticos, como Que viva España, de Manolo Escobar.

Nosotros también tenemos cánticos guerreros, y bien hermosos, como el Himno de la Legión, pero que es propio de ese cuerpo, no necesariamente de todos españoles, como la Legión francesa, que adoptó Non, je ne regrette rien, mucho más tarde y a semejanza de El novio de la muerte de la española.

Nuestro himno no nace de un intento de enardecer, sino que es una marcha militar, que por repetida pasó a tradicional y finalmente se adoptó como himno. Como se ve los orígenes de La Marsellesa y nuestro himno son diferentes, por eso la primera tiene letra, no se concibe sin ella, mientras que el nuestro no la precisa; más aún, cualquier intento actual de ponérsela traicionaría su origen.

Muchos países tienen letra en sus himnos, pero pocos animan tanto como el francés, de ahí su éxito. Basta recordar la interpretación oral de las jugadoras de futbol que se enfrentaron recientemente a las españolas.

Así pues, señores comentaristas, en lugar de lamentarse por la falta de letra, expliquen lo orgullosos que están de nuestro himno y expliquen el por qué no tiene letra.

Luciano Ibáñez

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