Cartas al director
La corrupción no tiene padres
Con los deberes democráticos cumplidos, empezó a funcionar toda la maquinaria de la corrupción. Partidos políticos y sindicatos se acostumbraron a disponer de dinero abundante y fácil de los impuestos de los ciudadanos, manejándolo personas que se metían en la política, y se siguen metiendo, sin ningún escrúpulo.
La corrupción ha existido siempre, también en el régimen anterior, pero con una diferencia de la actual, como había pocos políticos, también pocos corruptos. Y a estos les pillaban enseguida, y si no que se lo pregunten al cacique catalán, Jorge Puyol, que le pasó a su padre.
La corrupción existe y seguirá existiendo en todos los países del mundo, por estar en la ambición humana para llevarse el dinero ajeno. Y está en todas partes. La corrupción nace de la base, de los políticos, de los sindicatos, de la justicia y de los empresarios.
En el PP de Valencia ha habido corrupción, en el PP de Madrid también, y en el tejido industrial valenciano y madrileño lo ha habido también. Los ERE de Andalucía han sido una pirámide de corrupción institucional del régimen socialista, desde que empezó la democracia. El clan Puyol es el centro de una amplia red de saqueos organizados desde la Generalidad catalana. Pero lo más grave es que revela un estado de cosas que hemos consentido todos.
Es corrupción, o fraude, el médico que cobra en negro, el fontanero que no hace factura, el constructor que tiene contabilidad B, el que se lleva la pasta fuera de España ilegalmente «como los peliculeros de la ceja». No hay una empresa o negocio que no tenga contabilidad B. Y sobre todo, los partidos políticos. Que la gente se duela del mal uso del dinero de los impuestos me parece muy bien. Pero las cosas en su justa medida. Vivimos en un país seguro, con defectos, la mayoría causados por nosotros mismos. Nos cuesta, eso sí, admitir nuestros errores. No valoramos el país que tenemos. Solo se aprecia aquello que no se tiene o se ha perdido.
La corrupción se puede reducir de varias maneras: la primera, reduciendo el 70 por ciento el número de políticos, contra menos personas, más fácil de controlar. La segunda: cuando funcione el sistema judicial, una justicia lenta no es justa, y la que tenemos esta paralítica. Y la tercera, y creo que es la solución verdadera, pasa por reducir el poder de los políticos y funcionarios. El poder corrompe, si tienes menos poder sobre nuestras vidas y nuestro dinero, veremos cómo los ambiciosos y avariciosos abandonarán el servicio público. Si los españoles no nos damos cuenta de todo esto es que somos poco lúcidos…