Cartas al director
La democracia angustiada
«No preguntes qué puede hacer tu país por ti… pregunta qué puedes hacer por tu país».
La anterior frase fue pronunciada por el presidente Kennedy en su discurso de investidura, el 20 de enero de 1961.
El artículo 1, en su apartado primero, la Constitución de 1812 dice lo siguiente: «La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios».
Sumando ambas citas, podríamos concluir que una democracia basada solamente en el ejercicio monopolístico y excluyente por parte de los partidos políticos es una democracia pobre y enquistada, la cual, por el paso de los años, requiere sea revivificada con una mayor participación e implicación de los auténticos y únicos titulares de la soberanía nacional, es decir, del pueblo, en nuestro caso, español.
En este sentido, la democracia española se encuentra angustiada por la irresponsabilidad del Gobierno y la inacción de la oposición. Unos, los primeros, anclados en el poder que le otorga una mayoría parlamentaria que es antiespañola y los otros, los segundos, esperando la alternancia que le augura las encuestas electorales, dando tiempo al tiempo.
Y mientras tanto, el pueblo soberano a padecer las consecuencias, impotentes, sin remedio, ¿o no? Porque esta es la pregunta del millón de euros. ¿El pueblo español podría hacer algo por su país, en respuesta a Kennedy?
El pueblo español es el único soberano de sus destinos y no tienen por qué soportar a los partidos políticos endogámicos y pasivos. El dilema a los problemas nacionales no es si gobiernan los progresistas o los conservadores, sino cuál es el modo de solucionar los problemas del día a día, de cómo hay que poner freno a la inflación, que ya supera el 10 % del IPC, del costo de la energía, que no podemos pagarla, del déficit público, que es la hipoteca de nuestros hijos y de nuestros nietos.
En esto radica la soberanía real y no meramente formal, la de imponer, con la ley en la mano, las soluciones correctas y no dejarlas solo y exclusivamente en manos de unos mandatarios que son o unos ineptos o unos irresponsables o uno convenidos.
Así de claro.