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Cartas al director

Indefensión aprendida

Podría definirse como la actitud mostrada por aquellas personas y animales, que han aprendido a comportarse de forma pasiva ante situaciones límites; dando por verdadera la sensación subjetiva de falta de capacidad para afrontarlas y vencerlas, de manera eficiente.

Un ejemplo práctico de ello, lo encontramos en el cuento El elefante encadenado, del escritor argentino Jorge Bucay. En el mismo, nos refiere la historia de un elefante nacido en un circo y, por lo tanto, fuera de su medio natural, que es encadenado a una pequeña estaca de madera clavada en el suelo. Esto sucede desde sus primeros días de vida, razón por la que el pequeño paquidermo cree que esa situación es la normal. Conforme va creciendo, va teniendo fuerza de sobra para desprenderse de las ataduras, pero no lo hace: ha «aprendido», y se encuentra «indefenso».

Pasemos, ahora, a la vida real: imaginemos a un crío de siete u ocho años que está comenzando su etapa de formación escolar, a quien sus profesores, por imperativo legal, deben de explicarle las matemáticas con una determinada «perspectiva», limitarle sus ganas de aprender hasta ponerlo a la altura de otros alumnos con menos capacidades, y transmitirle la idea de que podrá pasar de curso con asignaturas sin aprobar, es decir, con una elevada ignorancia. El alumno se preguntará, entonces, sobre la necesidad de estudiar para aprender, especialmente, cuando existe algo llamado Google.

Llegados a este punto, tenemos a unos educandos con una limitada formación y poco saber, fáciles de pastorear y de manipular sus mentes, que están aprendiendo a no cuestionar a una clase política alternante, y a conformarse, en un futuro próximo, con una «paguita» (la manera de comprar, con nuestro dinero, el voto de un porcentaje muy importante del electorado).

Los principales «colaboradores necesarios» para este disparate son los docentes, obligados (aunque algunos, muy afectos a la causa, lo hacen con especial dedicación) a evitarle a los alumnos la «fatiga estructural y la ansiedad» que les podría generar el «esfuerzo para obtener cultura», entendida esta como el conjunto de conocimientos que permiten el desarrollo intelectual y hacen posible tener un juicio crítico.

En una democracia plena, la policía no puede entrar en un domicilio sin una orden judicial; sin embargo, en aquellas que están en proceso de deterioro, los integrantes de la clase política pueden invadir y manipular nuestras mentes, así como las de nuestros hijos y nietos, sin impedimento alguno. Todo ello, con el aparente beneplácito de una amplia mayoría social, contenta y/o resignada a vivir en un régimen sustentado en la mentira y el autoritarismo. La historia real nos dice que, ante evidencias de este tipo, más vale prevenir que curar.

Dejamos que nos «laven el cerebro» y, además, «ponemos el detergente».