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Cartas al director

La vida es sueño

Los sueños, sueños son, pero sufrimos una amenaza cada día que nos acongoja. Y esto no son sueños, son realidades: estamos acechados, cuando no prisioneros, de un virus llegado de tierras lejanas y oscuras de un régimen comunista. De unos intencionados y descontrolados incendios que calcinan los parajes. De una galopante inflación que nos empobrece nuestras vidas y de una guerra que avergüenza por su barbarie.

Las estaciones se han transfigurado, de la pesadilla del frío y seco invierno se ha trasladado al descontento del verano con este sol ardiente; y todas las nubes que encapotaban nuestras casas para calmar nuestra sed, están sepultadas en el fondo de los mares.

En tan desasosegante estado, podemos abrazarnos a los sueños y momentos imaginarios, pero a la vez necesarios. Tal es el poder de la imaginación, que le basta concebir una alegría, para crear un bienestar. En una época como esta, es necesario reconciliar lo mejor de la condición humana. Y ¿hasta dónde llega la condición humana para reconciliar? ¿Debe estar el político comprometido con la verdad de los hechos que ocurren? Sí, pero no se ve por ninguna parte, no hay más que contradicciones. Ya se sabe que el ser humano es contradictorio por definición, pero nosotros, los sufridos habitantes de estos tiempos, llevamos el camino de convertirnos en campeones de la incongruencia.

Una incongruencia son las creencias. Ahora casi nadie cree en Dios, pero aquí, esos que piensan que Dios es un cuento de viejas no dan un paso sin consultar el horóscopo. ¡Para salvarse! Y cuando se mueren sus deudos, tan ateos como ellos, dicen que han conquistado los cielos y se han reunido con los dioses de sus creencias. Que no es otra, de récord mundial de incoherencia, contradicción e incongruencia bramar contra la casta por la mañana y, por la tarde, irse de compras a Nueva York desde el Consejo de Ministro de España en el Falcon presidencial, es convertirse en castuza. Bravo por la cajera, eres una verdadera hija de este tiempo, sin moral ni vergüenza…