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Cartas al director

La batalla de las ideas y del relato

Obviamente se puede ser republicano de derechas o izquierdas indistintamente. Pero en esta España la mayoría son izquierdistas, quizá herencia del republicanismo frentepopulista, aquella izquierda revolucionaria, golpista en 1934, que quería derrocar al gobierno radical-cedista, los herederos de aquella izquierda sovietizada, incapaces de olvidar haber perdido la Guerra Civil a cuya existencia sus antecesores tanto contribuyeron; ahítos de revanchismo, al menos sus dirigentes, anhelan regresar, precisamente, a aquella II República.

Al contrario, quizá como reacción, por temor a posibles derivas revolucionarias de la montaraz izquierda zapatero-sanchista, la derecha busca en la Monarquía parlamentaria la defensa de la democracia liberal, defensa del Estado en suma.

Esa izquierda socialcomunista, cada vez más comunista y enemiga de la libertad, lleva tiempo ganando la batalla de las ideas y el relato. No se arredran ante nada, confraternizan con sucesores del terrorismo o golpistas antiespañoles, atacan a los tribunales, defienden la inocencia de los suyos condenados por sentencia firme sin sentir vergüenza y atacan a la monarquía utilizando cualquier medio incluido el emérito Rey, padre del Monarca. Si porque va o si porque viene, siempre manteniendo el foco, todo sirve para embestir contra la institución, objetivo último. No tienen que justificarse porque, piensan, son los buenos.

Sin embargo las derechas siguen llenas de acomplejados disculpándose por ser conservadores, por el qué dirán, avergonzados que no hacen más que intentar justificar incluso lo irrebatible. Los que alguien bautizó como maricomplejines, incluidos pedrojotas y abadillos que también critican a un ciudadano, especial pero libre, llamado Juan Carlos, por asistir al funeral de una prima al que fue invitado, sin advertir que están siguiendo el persistente e inagotable guion progre.

La derecha nunca ganará la batalla del relato si no planta cara y defiende siempre lo suyo contra viento y marea como solo Ayuso sabe hacer.

Gonzalo Novoa Rivera

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