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Cartas al director

Lacarra y Tedoso

El Festival de Cine donostiarra me retrotrae a la infancia cuando el cine era la única distracción, el néctar del que libábamos con fruición. Cuánto aprendimos gracias al Séptimo Arte: El Llanero Solitario, El Séptimo de Caballería, sioux y apaches, Texas y Arizona, vaqueros y buscadores de oro. Leyendas de piratas: con una pata de palo, un parche en un ojo, mares lejanos, islas ignotas, garrafas de ron y tesoros fabulosos. Miguel Strogoff, su archienemigo Iván Ogareff, la estepa, Ekaterimburgo y el alma rusa. Viajes en submarino, islas misteriosas, criaturas monstruosas y la vuelta al mundo en ochenta días; Espartaco, romanos, gladiadores y cristianos. Tarzán, gentes de color negro, fieras salvajes, safaris y americanos codiciosos. Pekín y sus 55 días de conjuras y luchas; Cantinflas con su peculiar parla, el ser más sabio enfrentándose a la injusticia. Marcelino con su pan y el vino, monjes humildes y abnegados viviendo felices en una pobreza franciscana; la lejana India, el Ejército británico y las revueltas nativas. El altruista Tío Tom y su azarosa vida en los campos de Kentucky. Fieros y codiciosos vikingos navegando en sus naves en busca de botín y aventuras; Fray Escoba, la humildad y bondad personificadas. El Cid, desterrado, y sus seguidores luchando contra el musulmán Invasor. Sansón, Ben-Hur, Robin Hood, Ivanhoe, Fantômas, Fu-Manchú y un largo etcétera de héroes y villanos. El cine dominical era nuestra asignatura extraescolar; Lacarra y Tedoso fueron los cines, que el viento se llevó, de mi infancia, unas ventanas abiertas al mundo que a una generación nos hizo pensar, reír, llorar y siempre soñar. Gracias, querido cine, nada ni nadie acabará contigo y no podrán colocarte el THE END.