Cartas al director
María Espada
Con medios precarios, sin micrófonos, la iglesia de San Andrés, en Badajoz, se ha iluminado de un sagrado resplandor y música divina, con la espléndida voz de la soprano María Espada. Increíble, pero seguimos ignorando y menospreciando lo nuestro. Es una espléndida cantante lírica que ha triunfado en el mundo. No es de Nueva York ni de Madrid. Es de Mérida. Qué pena que las autoridades extremeñas, si no pueden presumir de trenes dignos, tampoco quieran hacerlo de figuras señeras del arte, con mayúsculas. Lo que predomina, y no remitimos a la televisión extremeña, son las bazofias que quieren hacernos pasar por cultura. Así nos luce el pelo de la dehesa.