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Cartas al director

Mingote y los niños

Por los años 60 del siglo pasado una «prestigiosa» universidad de California decidió hacer un «banco de semen» de premios Nobel y personas muy inteligentes, para fecundar a mujeres igualmente inteligentes. Mingote, en uno de sus chistes, lo explicó así –más o menos–: van a salir niños tan listos que volverán a hacer el amor como siempre.

Ahora la ministra de asuntos sexuales (¿o sociales?) vuelve a la carga con la ley trans –ya lo hizo con el aborto, etc.–: lo importante es corromper a los niños, cambiarles de sexo antes de que se enteren de lo que les han hecho. Los niños, ese es el asunto. Cuando oigo hablar de «corrupción de menores» no sé si reír o llorar, porque para corromperlos, previamente habrá que hablar de «corrupción de mayores», que son quienes lo hacen.

Este Gobierno es corrupto en todo, pero especialmente con los más indefensos. Y además ataca los derechos humanos: quita la patria potestad a los padres, convierte lo privado en público y político, y se comporta como la China del «hijo único»: totalitarismo.