Cartas al director
Un recuerdo de hace 40 años
Si hay un partido político que ha marcado a España en su reciente historia ese es, sin duda alguna, el Partido Socialista Obrero Español. Hay que ser justos en este reconocimiento. El PSOE tiene una historia que proviene de la España de la Restauración y pudo haber sido, en palabras de Ortega y Gasset el instrumento para la regeneración política que tanto reclamaban personajes como Joaquín Costa tras el desastre nacional de 1898, superando la crisis histórica de dicho evento desgraciado, origen de tantos males posteriores, del caciquismo, cáncer de entonces y de hoy, desgraciadamente, en los supuestos de compra de votos, y de tanta corrupción política y de la falta de decoro y moralidad en la vida pública de entonces y de ahora. El PSOE, en su ala más democrática y moderada, ejemplo en el mundo de socialdemocracia responsable a partir del Congreso de Suresnes, con jóvenes socialistas que ahora están angustiados por la terrible deriva del nuevo PSOE de Pedro Sánchez, está en un trance de sufrir el mismo fin de destrucción y desaparición como en sus homólogos de Italia y Francia. A pesar de todo ello, como soy muy romántico, recuerdo una noche del 26 de octubre de 1982, porque estuve presente en el mitin, fin de campaña, y escuché a un joven líder del PSOE que era el símbolo de la esperanza de muchos millones de españoles y yo entre ellos. El socialismo y su programa político de entonces era el símbolo de la superación del proceso de la Transición, tras el hundimiento de la UCD. Eran socialdemócratas, que habían renegado del marxismo y lo apoyaron hasta muchos que se consideraban de derechas. Como liberal ahora, creo que hay que recordarlo, frente al nuevo PSOE. En este sentido, estoy de acuerdo en su totalidad con las manifestaciones de Alfonso Guerra, a pesar de mis diferencias ideológicas con este señor. Ser liberal es ser honesto con nuestra historia, en todo lo malo pero también en lo bueno. Hay que ser coherente.