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Cartas al director

La vejez

El ser humano ha progresado mucho física y moralmente. Su libertad y sanidad también. No somos una manada. No lo somos, pero el razonamiento, como intención tranquilizante de que el coronavirus solo afectaba a las personas mayores o con patologías previas era más propio de una maldad humana que de un animal racional. No se trata de cuándo muramos, sino de cómo, dónde y de qué manera.

Por eso, esta pandemia nos habla de la dignidad que todo ser humano tiene, y debe defender. Muchos pensadores se han preocupado del envejecer, del morir. Y nos han recordado que hay que vivir mucho tiempo para culminar la tarea de ser persona, de realizarte como ser humano, que no se termina nunca. La vejez no es una enfermedad, es algo inevitable, pero el cómo envejecer está en nuestras manos. Con la edad se pierden las ganas de casi todo. Pero no las ganas de vivir. La pandemia nos ha puesto frente a una pregunta: y, ahora, ¿qué hacemos? Solo podemos hacer una cosa, recordar todo lo vivido, que es lo que al envejecer va uno haciendo. De pronto te das cuenta de todo lo aprendido, no solo de los maestros, sino de personas con los que no he estado de acuerdo, entendiendo sus razones y aceptarlas para convivir con ellas pacíficamente. No entiendo esa obsesión por querer tener toda la razón. Con lo bueno que es la duda. Creo en la duda y en la incertidumbre como un camino de concordia.

Hoy los jóvenes nos miran a los mayores no tanto con desprecio, sino con compasión y hasta con piedad. Y la piedad puede ser muy dura. Los jóvenes deben de reflexionar sobre los mayores, que les han dado la vida sin ninguna condición, sino con mucho amor y cariño.

Los seres humanos siempre hemos creído poder encontrar verdades profundas. Algunos creen en la división generacional. Y otros a la respuesta del enigma de la conciencia humana. Desgraciadamente, con los problemas que estamos viviendo, parece que se está agrandando la brecha generacional, estamos viendo algo de fobia a los ancianos. A los jóvenes les cuesta mezclarse con los abuelos. Se olvidan, o no saben, de que en España, como en ningún otro país de Europa a los nietos los han criado los abuelos. Y ellos algún día llegaran a serlo…