Cartas al director
Hermana muerte-madre Tierra
Te saludo, ¡oh madre Tierra! Por un tiempo de tu materia han tomado parte prestada, para sacarme de la nada y darme al mundo entrada. Me has servido de soporte. Mi humanidad equipaste. Y para mudar la preparaste. Igual que todos me formaste, pero distinto: ¡qué contraste!
En la primera célula que fui ya conocías todo de mí. Como un relámpago crecí. Pude entender gracias a ti, amar y decir lo que sentí.
Luces y sombras van pasando. Mi camino voy recorriendo. A veces, verdes prados atravesando. Otras, subiendo montañas, que las estrellas vienen acercando.
Nos ofreciste rico menú como sostén del espíritu, para lanzarnos con ímpetu a servir, sin decir ni mu, con la fuerza que nos diste tú.
De vuelta a ti regresaré tras pisar sobre tu esfera y, cumplida ya la tarea, agradecido entregaré lo que es tuyo cuando muera. Retornarás, cuerpo inerte, a ser polvo íntegramente. ¡Cómo nos hermana la muerte! Pero ahora, mientras pueda, gritaré: ¡gracias, Madre tierra!
Que tuviste vida un día, nadie, al verte, lo diría. Que no acudan a llorarte cuando vayan a enterrarte.
Que recen el Avemaría.
Una duda me acosa y preocupa: ¿podré sentir o pensar luego, conocer y seguir queriendo, si te fuiste y no te tengo? Pues mi alma no te devuelvo: no es tuya, ni de tu reino. Y a la nada no puede volver. Un susurro trae la respuesta: el amor que tu has vivido no se pierde, ni lo olvidan. Y no sólo en los que quedan se conserva y es sentido. Porque para existir ha nacido.
¿Pero cómo amarás después sin tener tu físico arnés?, insiste el que quiere saber. Y le responden otra vez: el ingenio no lo alcanza, por muy lúcido que estés. Pero lo sabe la fe y lo sostiene la esperanza.
¡Alma que tu cuerpo añoras tras este ocaso furtivo!, al amanecer que esperas el se abrazará contigo, glorioso, y tal como eras.
En la Nueva Creación aguardad el gran salto evolutivo. Inéditas formas. Eternidad. El vínculo definitivo labrado por la Divinidad.