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Cartas al director

Esperanza y optimismo

Existe un ambiente cargado de pesimismo, una situación cuasi depresiva que nos atenaza: ¿miedo? ¿Inseguridad? ¿Desesperanza? Las causas, aparentemente, tienen su origen en las diversas circunstancias que la actual realidad nos presenta: política nacional, economía, ambiente social, guerras, etc.

Habría, sin embargo, que hacer una introspección a nuestro interior: ¿dónde está puesto nuestro corazón? ¿En qué o en quién hemos depositado nuestra confianza? ¿No es, acaso, que estemos errando la razón de nuestro existir? Hay Alguien que desde hace siglos nos está clamando: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Sí, Jesucristo, y lo hemos relegado, a veces, no a un segundo plano sino a un total olvido cuando en verdad es que podría ofrecernos otra perspectiva de la vida. Con la interiorización de su presencia Él nos ofrece la esperanza, la alegría y el optimismo que nos faltan ante estas coyunturas circunstanciales que tal vez persistan igual, pero variarían el prisma y la objetividad con las que ahora las observamos.

La lógica de Dios no es igual a la lógica humana. La primera no llegaremos a comprenderla nunca (sería aprehender a Dios), pero serenará nuestro espíritu. En cambio, la segunda no la comprendemos tampoco y es, además, el motivo de que esa desazón se avive de continuo llenándonos de sobresalto momento tras momento. Por eso es más eficaz acercarnos a Dios, confiar en Él, esperar en Él, abandonar en Él nuestras inquietudes y temores porque Él sabe, quiere y puede más.

Juan Antonio Narváez Sánchez

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