Cartas al director
Queipo y la Macarena
El empeño del Gobierno en exhumar los restos del general Queipo de Llano de la basílica de la Macarena admite más de un análisis, por más que pretendan reducirlo a una aplicación forzada de la Ley de Memoria Democrática, pues en realidad su ubicación no la infringe, al no favorecer actos públicos de exaltación o enaltecimiento, sino sólo las pisadas con mejor o peor intención de los visitantes de la basílica. Al encontrarse su fosa dentro de suelo católico debería estar protegida por las normas de Derecho Canónico y los acuerdos vigentes del Estado español con la Santa Sede. Y el hermano mayor de la Macarena no debería responder tan solícitamente a las exigencias del Gobierno; sino atender en primer lugar a la defensa de la hermandad y de sus hermanos, incluyendo a los difuntos cuando sus restos descansan bajo su protección. La responsabilidad de lo que hiciera o dejara de hacer Queipo solo a Dios le compete juzgarlo; pues aunque fueran ciertas las culpas que con tanta saña le imputan sus enemigos, no incumbe juzgar esto a la hermandad, ya que no se enterró ahí por ser un hombre intachable. ¿O acaso no se entierran en suelo católico a los pecadores? Y lo que de nuevo resulta muy decepcionante es la inhibición de la jerarquía eclesiástica en todo este asunto, cuyo silencio y falta de defensa de quienes tanto beneficiaron a la Iglesia suena demasiado a una complaciente cobardía indigna de lo que representan.