Cartas al director
Misiles
No salgo de mi asombro y estupefacción tras la caída de uno o dos misiles en territorio polaco, territorio OTAN. La reacción de las cadenas de televisión, todas, y las emisoras de radio fue unánime; cuando todavía no se había contrastado el origen de los misiles, los noticiarios, todos a una como en Fuenteovejuna, se tiraron a la piscina sin comprobar si el vaso tenía agua. Afirmaban sin pudor alguno y enfáticamente que los susodichos misiles eran rusos, algunas cadenas incluso entrevistaron a expertos para advertirnos de las funestas consecuencias del atropello ruso invocando tal vez al artículo más famoso de la historia: el artículo 5 del Tratado de la OTAN. Lo que debería ser información veraz, objetiva, contrastada, mutó en propaganda pura y dura; la inmensa mayoría de los receptores de las noticias subordinamos nuestros pensamientos y reacciones más a la sensibilidad anímica que a la reflexión, a la imagen y no al trasfondo. Recurrir a la propaganda, propaganda de guerra, más que un instrumento es un arte y adapta su nivel intelectual a la capacidad receptiva de la sociedad que creen los propagandistas es muy limitada. El falso ardor guerrero que destilaba la noticia, su claro propósito de posicionarnos en contra de Rusia, madre de todos los males que nos afligen según ellos, resulta preocupante en grado sumo y debe alertarnos para evitar que nos traten como a marionetas que se mueven y hablan pero que en realidad son manejadas y quien habla es el ventrílocuo. Personalmente, estoy releyendo Los Hermanos Karamazov, del gran Fiódor Dostoyevski, que a este paso será un delito.