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Cartas al director

Un Gobierno de desastre

Parece que todo está dicho sobre la actuación de este aprendiz de Gobierno, pero siempre encuentras disparates que no se le ocurriría ni al más deficiente, pero a este Gobierno sí. Son como niños que se han puesto a jugar y gobiernan un pequeño país. Pero a diferencia de los niños en los que solo encuentras inexperiencia, en nuestro Gobierno de España encuentras esta inexperiencia, además de ineptitud, en alto grado y, sobre todo, perversidad.

Igual te sale un ministro pregonando en el extranjero que la carne que tenemos para exportar es de mala calidad y se queda tan feliz. El presidente se considera todopoderoso y digno de la adoración del pueblo y se coloca junto a los Reyes para recibir también el besamanos, o les hace esperar en actos protocolarios en los que esto significa una descortesía y un desprecio nunca visto.

También es objetivo de este Gobierno sacar a relucir épocas pasadas ya olvidadas y que queríamos no volver a vivir ni recordar, pero para sus intereses ideológicos las han tenido que resurgir, profanando tumbas con gran profusión publicitaria para incidir más en ello y dictar leyes que sancionen a quienes las recuerden con afirmaciones ciertas de entonces, pero que sean contrarias a sus intereses.

Muchos otros relatos podríamos mencionar, ya que el transcurrir de este Gobierno es una sucesión de errores y maldades inacabables, pero me limitaré a mencionar solo uno más de los más graves.

Hay una ministra, la de Desigualdad, que es una «ironía» de mujer, que consigue perjudicar a toda mujer normal, a enfrentar a las mujeres con los hombres, a decir que es un «derecho» el matar a un niño en el vientre de su madre (habrase visto mayor insidia), que promueve la «pederastia» animando a los niños a que tengan relaciones sexuales con mayores, dictamina leyes que acorten las penas de los delincuentes que provocaron abusos o violencia sexual con niños o mayores y leyes para perjudicar a las personas trans, y muchos más disparates, consentidos por el presidente.

Tenemos un Gobierno de «locura», pero confío en que el pueblo, cuando toque votar, esté cuerdo y mande a estos inconexos a clínicas de curación o a sus casas y, sobre todo, al ególatra presidente.