Cartas al director
Orfandad forzosa
Corría el año 1844, cuando un cuerpo de reciente creación se desplegó en Navarra, ya provincia foral. Han transcurrido 177 años de recíproca convivencia, de comunión y armonía entre los agentes y la sociedad navarra asentadas en el día a día; no hay camino, trocha o vereda por intrincados y de difícil acceso que sean que no reciban su visita mientras los lugareños cultivan la tierra. Tanto en la autopista como en la más escarpada y sinuosa carretera local, allí están ora agobiados por la canícula ora yertos de frío velando con vigor, firmeza y constancia por quienes allí transitan. Si algo caracteriza a estos hombres y mujeres es su amor y lealtad allí donde se encuentren. Durante el medio siglo de terrorismo, cuarenta agentes fueron asesinados y otros muchos resultaron heridos en tierras navarras; dolor lacerante, martirio y calvario fueron el santo y seña de aquella ominosa época que algunos pretenden ocultar o blanquear. Quienes les atacaban con saña tenían en mente como propósito prioritario su expulsión de la comunidad foral, bien motu proprio o en el interior de un ataúd. Aquello que no consiguieron mediante el terror, lo han logrado mediante el trile político; las mesas de negociación convertidas en un patio de Monipodio donde el honor es la última divisa. Desde la vecina Guipúzcoa tarareo con tristeza aquella famosa estrofa: «No te vayas de Navarra, no te vayas de Pamplona». Sirvan estas hondas reflexiones como un sencillo pero emotivo y palmario homenaje a la Guardia Civil y mi solidaridad con Navarra que sufrirá orfandad forzosa.