Cartas al director
Sánchez y el síndrome de Estocolmo
La radicalidad de Sánchez aumenta a ritmo acelerado. Ya desde su inicio en la política nacional, mostró sus tendencia al absolutismo pretendiendo alcanzar la Secretaría General del PSOE mediante un pucherazo. Una vez que amarró la jefatura del partido, decidió romper con la social democracia y comenzó su desmantelamiento suspendiendo todos sus órganos de control, para hacer y deshacer a su antojo. Desde entonces no ha parado de crecer su cesarismo implacable, fulminando a todos los que discrepan de sus ideas. Ha cogido tanto gusto a su vida palaciega y a los entresijos del poder, que se ha plegado sin remordimientos a las viles exigencias de los enemigos de España, para recoger las mieles efímeras del beneficio personal.
Indultó a los golpistas y ahora indulta a la sedición, el delito que cometieron, poniéndoles en bandeja la impunidad para la nueva intentona que han prometido. Sánchez ha cogido carrerilla y ya está pendiente de bendecir también la prevaricación, excluyéndola del Código Penal. Lo que está haciendo con España es tan anómalo que no tiene precedentes en ninguna democracia. A pesar de su extravagancia política, pensamos que no se trata de un alienígena, sino de un convertido a las tesis del separatismo. Porque tanto sometimiento a los delincuentes nos hace sospechar que además de buscar votos, ha sucumbido a su ideario y se ha producido una especie de síndrome de Estocolmo, asumiendo como propias sus doctrinas.
Nadie como Sánchez ha hipotecado tanto el futuro de España. A pesar de ello, la sociedad parece anestesiada ante la cadena de despropósitos que viene protagonizando bajo la presidiendo de un Gobierno totalitario, de extrema izquierda, que amenaza con aniquilar nuestro sistema democrático.