Cartas al director
Navidad vaciada
A las puertas de la Navidad, aún recordamos como el pasado año desde el Gobierno Sánchezstein intentaron distraernos promocionando una huelga de juguetes o preocupándose por nuestra salud, aconsejándonos la calidad de las natas del roscón de Reyes y el continuo baile de mascarillas que se trajeron con el uso de las mismas: ahora sí, ahora no, póntela, pónsela. Algunos malpensados consideramos que no fue casualidad que nos volviesen a limitar la libertad de reunión, como ya hicieran también en anteriores Semanas Santas y Navidades, mientras que, curiosamente, la celebración de otras fiestas no cristianas quedaban exentas de tantas restricciones. Confiemos en que este año no se saquen un nuevo as de la manga para fastidiarnos la celebración de las próximas Navidades...
En cualquier caso, y aprovechando la moda de hablar de la «España vaciada», refiriéndose a la despoblación que afecta especialmente a las provincias rurales del interior, no estaría de más referirnos también al peligro que supone la Navidad vaciada. Una Navidad despoblada de significado, que algunos se empeñan en erradicar bajo la excusa de no ofender a los no cristianos de Europa, y vaciada de su auténtico sentido, sin el cual no se explica a qué vienen tantas luces, tanto regalo, tantos gastos y tantos deseos de felicidad propia y ajena. Pues aunque las Navidades sean fiestas que trascienden del ámbito cristiano y no exigen ser creyente para celebrarlas, tampoco está de más recordar cuál es su causa y a qué se deben. No sea que cualquier año nos encontremos celebrando estúpidamente no se sabe qué, ni por qué, ni para quién.