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Cartas al director

La Constitución de 1978, en mi memoria

Tras el aniversario del día 6, compartiré recuerdos que, según creo, vienen muy a cuento ahora.

En diciembre de 1976, siendo joven y con la «mili» pendiente, voté afirmativamente en el referéndum sobre la Ley de Reforma Política convocado por el Gobierno de Adolfo Suárez.

Apoyada mayoritariamente dicha ley, no me decepcionó cuando vino después la Transición, haciéndose ,como dijo Torcuato Fernández Miranda, «de la ley a la ley».

Antes, fue decisiva la renuncia del Rey Juan Carlos al poder recibido de quien le designó su sucesor (lícitamente o no, no entro), para devolverlo a su verdadero titular, el pueblo español.

También lo fue la autodisolución de las Cortes franquistas respetando la decisión popular, y la voluntad y acierto de unos políticos de todo signo ideológico y de talla inalcanzable para la mayoría de los actuales, para llegar a acuerdos, facilitando en junio de 1977 las primeras elecciones generales tras el franquismo, eligiéndose el Parlamento constituyente.

Año y medio después, en diciembre de 1978, se nos convocó a un nuevo referéndum, para aprobar o no la actual Constitución, refrendada con gran participación y de forma mayoritaria (por cierto, especialmente en Cataluña).

Esta vez mi voto fue negativo ya que, aunque encontré muchísimos más aspectos convincentes que rechazables en el texto constitucional, hay en éste un concepto que me fue imposible asumir: el de «nacionalidades», término forzado por políticos con quienes no hubo más remedio que consensuar, con el resultado que ahora vemos. Tampoco entendí nunca la disposición transitoria pensada para una hipotética incorporación de Navarra a la autonomía vasca. ¿Por qué no al contrario, suponiendo que los navarros lo quisiesen, que ya es suponer?

Con todo, democrática e inmediatamente abracé la Constitución, pactada con eso tan difícil de lograr ahora: la concordia. Recordemos cómo se entendió Fraga con Carrillo, éste con Suárez y éste, a su vez, con Tarradellas. También a Dolores Ibárruri presidiendo el Congreso, aceptándolo excombatientes del bando contrario al suyo en la Guerra Civil.

Por eso, exijo a los políticos actuales que, si pretenden modificar algo de la Carta Magna, acaso necesario, lo hagan respetándola íntegramente y alcanzando el grado de Concordia (aquí con mayúscula) con que se redactó. Con las mayorías que establece el Título X, y más para cuestiones fundamentales. Y en ningún caso por recovecos, como parece querer intentar quien «manda» en quien dijo que nos encontramos inmersos en una «crisis constituyente», sin que nadie haya preguntado antes al pueblo español, como sí se hizo en 1976.