Cartas al director
No diga Federer, diga FedeBEST
El año 2022 se recordará, como todo año, por múltiples hitos. Desde la guerra de Ucrania hasta el tercer puesto de España en Eurovisión, pasando por la normalización de la vida tras la pandemia o el Mundial de Argentina. Pero si hay algo que recordaremos los amantes del tenis y del arte es la retirada de Roger Federer. ¿Del arte? ¡Por supuesto! Estamos hablando de un genio que ha convertido el tenis en arte. Y no es una exageración, pues del mismo modo que Velázquez o Michelangelo removían estéticamente a la gente con sus obras, Federer hacía lo propio con sus golpes.
Cada vez que el maestro helvético empuñaba la raqueta el resultado era el mismo que cuando Shakespeare o Bécquer tomaban la pluma: los endecasílabos en forma de drives y reveses se sucedían uno tras otro. No eran meros impactos intrascendentes, sino auténticos despilfarros de elegancia destilada. Por ese derroche de clase que regalaba a cada instante –como aquel que gasta sin medida la fortuna inagotable atesorada– ha marcado un cambio de época.
En efecto, el fenómeno de Basilea ha reinventado este deporte, llevándolo a otra dimensión. Y es que más allá de que, como todo jugador, haya cometido errores y sufrido derrotas, el solo deleite mayúsculo de verle jugar era para el espectador el winner más espectacular y la mayor de las victorias. Más allá de los debates sobre quién es el mejor de la historia, Roger ha trascendido precisamente esos límites contingentes de la historia para elevar el tenis a la categoría de eterna belleza. Más allá de las sobresalientes virtudes de sus rivales –el apasionante pundonor de Nadal o la apabullante solidez de Djokovic–, el astro suizo ha convertido el tenis mismo en algo sobresaliente, conmovedor... ¡perfecto!
Por todo ello, muchos ya le definen como el mejor jugador de tenis del planeta. Yo prefiero considerarle como la mejor definición de jugador de tenis, un prodigioso artista venido de otro planeta.
Gracias Roger. Siempre serás el best, FedeBEST.