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Cartas al director

El trabajo es la solución

Cuando éramos jóvenes y empezábamos a pensar en nuestro futuro nos educaban para que escogiéramos una profesión que nos gustase, pero siempre para ganar dinero. El consejo no servía para personas con talento que no fueran profesiones fuertemente lucrativas.

Crecimos en todo lo que abarca el término «trabajo» que no solo no quiere decir lo mismo para todos en el plano real –no es lo mismo un albañil que un inspector de trabajo– también depende del plano ideológico. Trabajar, para algunos, es un instrumento de tortura, que convierte al individuo en esclavo. Para otros es la dignidad de la persona para no vivir de la limosna que es la autentica esclavitud.

Y como los usos y costumbres determinan el pensamiento de los que determinan su superioridad sobre los demás, también son sensibles. Y consideran el trabajo como un valor positivo por encarnar las cualidades humanas de la persona, como humildad, obediencia, paciencia y solidaridad. Y mantener la mente a resguardo de las tentaciones de la pobreza. El pensamiento libre es una actividad noble con virtudes para afianzar el trabajo como un mecanismo de prosperidad. Sin trabajo no hay sociedad, no hay familia, no hay pueblo.

Solo mediante un adoctrinamiento feroz, las personas aceptan unas condiciones de vida esclava. El capitalismo y el comunismo lo saben muy bien. El primero coloca su dinero allí donde el negocio triunfa. El segundo usa la mentira social-comunista para derrotar al explotador. Y así los dolores del trabajo y las torturas del hambre caigan sobre los dos. El paraíso en la tierra. El derecho a la pereza.

¿Qué socialismo ha dicho el derecho al trabajo? Ninguno. Quien sostiene que el trabajo es revolucionario. Solo los que tienen dignidad y no quieren vivir de los demás, ni compartir el hambre y la pobreza. Los que quieren tener una vida digna y suficiente en un mundo globalizado, donde no se siente protegido ni representado por un socialismo engañoso y mentiroso.