Cartas al director
Yihadistas y etarras
Como algo sabemos los españoles de padecer terrorismo, es fácil detectarlo cuando se produce, por más que el Gobierno de progreso y sus dóciles terminales mediáticas pretendan convencernos de que apenas tenía que ver con ello el ataque asesino del yihadista en Algeciras. Sólo les ha faltado calificar de anecdótico y accidental que el criminal invocase el nombre de Alá en sus agresiones: una moda que está causando furor en Europa, junto a los inexplicables incendios en iglesias que tan habitualmente nos suelen ocultar.
Como el terrorismo etarra que conocemos y sufrimos asesinaba y aterrorizaba muy «profesionalmente» y con otros métodos, intentan colarnos que ataques como el de Algeciras no serían preocupantes, sino que constituyen acciones aisladas de enajenados «lobos solitarios» sin organización y dirigidos sólo contra católicos e iglesias (no precisamente Pablo), pero que los demás podrían vivir tranquilos... Falso.
Los yihadistas lanzan sus ataques indiscriminados allí donde pueden o les ordenan, y lo mismo les da una iglesia, que una discoteca o una estación. Aunque sí es cierto que en esto tampoco se parecen a los etarras, cuyos criminales objetivos siempre estuvieron muy definidos y sólo por error sus atentados «moviendo el árbol» alcanzaron a alguno de los que se beneficiaban «recogiendo las nueces». En estos contadísimos casos aún podemos recordar los sinceros lamentos que entonces lanzaban los gerifaltes nacionalistas explotadores del asesino nogal, con aquello tan vomitivamente revelador de «es que este era uno de los nuestros». Miserables.