Cartas al director
Anda, la mascarilla
Recuerdo un anuncio televisivo en blanco y negro, allá a comienzos de los setenta en el que un chaval iba camino del colegio; andaba distraído pensando en sus asuntos, con la cartera de los libros colgada de un hombro. De repente, algo sacude su memoria, se para y dándose un golpe en la frente con una mano exclama: «Anda, los donuts» y rápido cual saeta vuelve sobre sus pasos, entra en una pequeña tienda y compra el tentador refrigerio. Volvamos al presente y cambiemos al niño por cualquiera de nosotros: en lugar del «anda», un taco o dependiendo del humor incluso proferimos una sonora blasfemia agitando un brazo con el puño cerrado porque según llegamos a la estación del transporte público nos damos cuenta de que hemos olvidado algo indispensable, la mascarilla. Dudamos si entrar en el autobús o vagón y caso de que el mal llamado segurata nos amoneste, hacernos el longuis poniéndole cara inocente y tratar de evitar la consabida multa apelando a su magnanimidad; eso, o volver a casa. A día de hoy, esa situación no es posible ya que por fin hemos despedido a tan desagradable acompañante. Pero cuidadín, no nos confiemos y el día menos pensado al llegar a la entrada para validar nuestra tarjeta de transporte, exclamemos furiosos: «H..., la p. tarjeta». No sé si para ir al cole sigue siendo imprescindible llevar un donuts, pero para acceder al transporte público, la tarjeta va a ser que sí. Crucemos los dedos para que la mascarilla no vuelva a formar parte de nuestras vidas salvo en Carnaval y no perdamos jamás el sentido del humor.