Cartas al director
Moderémonos
Siempre creí firmemente que la moderación era un valor esencial, porque entendía que, esencialmente, consistía en mantener unos comportamientos que no buscasen deliberadamente la confrontación para zaherir al prójimo.
En estos tiempos, sin embargo, parece que se interpreta de otro modo. Así, ser moderado, según se ve, incluye, hoy, enmascarar u ocultar la realidad, cuando no negarla, y, con ello, arrasar la verdad. Y si esta no se apoya en aquella, por necesidad, la verdad se inventa, y, si se hace desde el poder, además, se impone.
Tan extendida está esta tendencia en España, que exponer lo obvio se tacha de radical, extremista, asocial, etc.: decir que hay dos sexos biológicos puede acabar con una carrera profesional; manifestar que hay «gente de bien» es una ofensa imperdonable y vergonzante, digna de ser reprimida con firmeza desde la política o los medios de comunicación.
Lo peor, no obstante, no es que, desde arriba, se niegue que hay gente de bien, y, por tanto, que hay mala gente, no. Lo peor es que saben que hay un importante ejército acrítico de adocenados y fieles blanditos y blanditas «bienpensantes» (y no pensantes) que acepta y asume con naturalidad que negar y no defender la realidad y, consecuentemente la verdad, es un ejercicio de moderación.
Pues, a falta de explicación del autor de tan desafortunada expresión, perdónenme el extremismo. Gente de bien son las víctimas del terrorismo en los cementerios o los que los lloran; mala gente son los asesinos, los que los alientan, los que los apoyan o los que pactan políticamente con ellos. Gente de bien son los centenares de mujeres y niños que han sufrido una violación o cualquier tipo de abuso o maltrato; mala gente, los victimarios y los que, por cerrazón, ignorancia, soberbia o sectarismo, reducen sus penas o les permiten estar entre la gente de bien antes de lo esperado; gente de bien es la que cree que la verdadera democracia se sustenta en la urna y esta, ineludiblemente, en el respeto a la ley y a quienes la imparten; mala gente son los que dan un golpe contra el orden constitucional, exhibiendo solo la urna, y los que los disculpan, los eximen de sus consecuencias penales y legislan para no molestarlos y para que, aunque vuelvan a hacerlo, no sea delito.
Súbase a la nueva moderación quienquiera; yo, me bajo.